“Los
educadores viven una presión casi implacable para demostrar su eficacia.
Desafortunadamente, el principal indicador con el cual la mayoría de
las comunidades evalúa el éxito del cuerpo docente de una escuela es el
desempeño de los estudiantes en pruebas estandarizadas.”
La evaluación ha recorrido un largo camino desde aquella
primera idea de valorar lo que cada alumno era capaz de demostrar que había
aprendido y que podía ser observado por otros, con frecuencia, por medio de escalas
de distinto tipo o pruebas de lápiz y papel, hasta la idea de una evaluación general
de los sistemas educativos que hoy domina a nivel global, y que busca conocer
la eficiencia de las instituciones escolares, los sistemas educativos o los
curricula escolares como medio para sentar las bases del progreso y el
desarrollo de los países en la sociedad del conocimiento. También, es bien
conocido que, ese dilatado camino, estuvo lleno de teorías, visiones e
interpretaciones diversas acerca de lo que es “evaluación”.
La evaluación estandarizada
individualizada se inicia en los primeros años del siglo pasado cuando Alfred Binet
publicó el primer test de inteligencia, creado para identificar a los alumnos
que tenían dificultades de aprendizaje, posteriormente
en 1967 Michel Scriven hace una gran aportación con la distinción entre “evaluación sumativa,” lo que un alumno o
un sistema es capaz de producir al final de una aplicación o desarrollo de un programa
determinado, y “evaluación formativa,” centrada en recoger información, analizarla
y valorarla para tomar las oportunas decisiones a lo largo de un proceso, con el
fin de introducir las mejoras necesarias. Podríamos decir pues que la
evaluación, a lo largo de ese tiempo, se ha convertido en una herramienta cada
vez más imprescindible para alcanzar la mejora y la calidad de la educación.
También es importante señalar que, en la
última década del siglo pasado, se produjo un amplio debate sobre la educación
del siglo XXI y, en consecuencia, la incorporación a los sistemas educativos de
nuevos planteamientos tales como las competencias y la evaluación por
estándares, como referente y medio de alcanzar la equiparación y comparabilidad
de los sistemas educativos. Estamos pues ante un contexto de profundas
transformaciones producidas como efecto de la globalización, sin olvidar, los importantes
avances habidos en los diferentes ámbitos del saber, especialmente en las
neurociencias y las tecnologías de la información y la comunicación. Todo lo
cual genera una honda preocupación ante un futuro incierto y cambiante que nos
exige un esfuerzo notable para dar la respuesta educativa que la sociedad del
siglo XXI nos exige y necesita para un mundo interdependiente.
Como respuesta a esas preocupaciones creció
la necesidad de profundizar en el conocimiento, tanto de la idoneidad y
adecuación de los curricula escolares, como de los mecanismos que permitan
valorar del modo más objetivo posible los resultados académicos de los sistemas
educativos. Para ello, se desarrolló un movimiento a nivel internacional de
evaluación por estándares, como respuesta a la necesidad de superar las valoraciones e interpretaciones
particulares de los resultados escolares
y para el establecimiento de escalas y modelos valorativos que permitieran
hacer comparaciones de los resultados escolares obtenidos a todos los niveles:
regional, nacional e internacional.
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