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sábado, 14 de abril de 2018

Evaluar para mejorar la práctica docente: Evaluación de Técnicas Instrumentales Básicas de Extremadura (TIBEx)

Sala de lectura (colegio de Finlandia 2017)


Conocer y amar a los estudiantes por el profesorado tiene efectos en el aprendizaje difícilmente calculables, aunque sabemos que ambos tienen un impacto realmente positivo para poder enseñar. Las razones son muy poderosas, la primera es porque conociendo “lo que nuestros estudiantes saben” estaremos en condiciones llevarles progresivamente a que amplíen esos conocimientos, y, la otra, es que “conociendo sus dificultades para asimilar determinados procesos” estaremos en disposición de apoyar mejor sus aprendizajes de manera precisa, sin olvidar que “sabiendo cómo son como persona” podremos ayudarles a crecer y desarrollarse de manera integral. En cuanto al amor a los estudiantes, solo sería necesario recordar que sin amor a la profesión de enseñar y a los estudiantes, sin emoción no existe aprendizaje. Alguien decía que enseñamos más de corazón a corazón que de cabeza a cabeza. Esto es especialmente importante en las etapas de educación preescolar, infantil, y primaria, aunque con ciertos matices se puede decir que siempre será de gran utilidad amar la profesión y emocionarse con la acción de enseñar, para de ese modo emocionar a nuestros estudiantes. Ser empáticos, asertivos, afectuosos, amables, etc., hará que nuestra tarea sea más eficaz, a la vez que nuestros estudiantes agradecerán recibir el trato y el amor didáctico que merecen.

Pues bien, para ser buenos docentes necesitamos tener herramientas en nuestras manos que nos permitan actuar no solo con amor, sino también con criterios técnicos que nos ofrezcan la información que necesitamos de nuestros estudiantes para poder actuar de modo riguroso y adecuado en cada caso. Recordemos que los maestros somos como jardineros, debemos saber cuidar y regar cada planta en función de sus necesidades, pues no todas necesitan lo mismo.

Para dar respuesta a algunas de las preguntas más importantes sobre lo que saben nuestros estudiantes en las etapas decisivas de aprendizaje podemos aplicar la magnífica herramienta que han diseñado dos colegas extremeños, y aunque están referidas a Extremadura, sin embargo, creemos que son de aplicación a cualquier contexto hispanohablante.


Para más información  escribir a mi correo: pnavareno@gmail.com

Desde aquí agradecer la generosidad a los autores y a las autoridades educativas de la Consejería de Educación del gobierno de Extremadura.


Autores:
JOSÉ LUIS RAMOS SÁNCHEZ
ANA ISABEL GONZÁLEZ CONTRERAS

FINALIDADES DE LA PRUEBA
TIBEx tiene básicamente tres finalidades.

En primer lugar, permite evaluar objetivamente el nivel de rendimiento académico adquirido por el alumnado en
aspectos instrumentales básicos relacionados con la lectura, la escritura y las matemáticas básicas al finalizar cada uno de los niveles de educación primaria. También es un adecuado instrumento de evaluación inicial al comienzo de cada uno de los cursos. Por ejemplo, la prueba de 5.º-6.º puede servir para la evaluación inicial de
comienzos de curso en 1.º de ESO (utilizando el baremo de 6.º), o la de 1.º de educación primaria es adecuada para la evaluación inicial de 2.º, etc.

En segundo lugar, sirve para evaluar las dificultades de un alumno con objeto de planificar en qué aspectos necesita ayuda o refuerzo, o incluso ayudar a tomar una decisión respecto de su promoción.
En tercer lugar, si se aplica colectivamente a todo el grupo, podría obtenerse una valoración grupal en cada uno de los aspectos evaluados y detectar los puntos fuertes y débiles del grupo. Esto permitirá al maestro adaptar la planificación de su aula a las características de su grupo y reforzar aquello en lo que se compruebe menor desarrollo (ortografía, problemas, comprensión lectora, etc.).

FICHA TÉCNICA
Nombre
TIBEx (Prueba de Técnicas Instrumentales Básicas de Extremadura)
Autores
José Luis Ramos Sánchez y Ana Isabel González Contreras
Administración
Individual y/o colectiva
Tiempo de la aplicación
Variable. Dependiendo del nivel, entre 90 y 115 minutos (incluye instrucciones y tiempo
de trabajo efectivo del alumnado).
Tiempo de corrección por alumno
6 minutos aproximadamente.
Momento óptimo de aplicación
Evaluación final de 1.º a 6.º de educación primaria. También se puede utilizar como
prueba de evaluación inicial. Por ejemplo, la prueba de 1.º se puede utilizar como
prueba de evaluación inicial de 2.º, la prueba de 6.º se puede utilizar como prueba de
evaluación inicial de 1.º de ESO.
Significación
Evalúa aspectos instrumentales y muy básicos de la Lectura y Escritura (comprensión lectora, ortografía, dictado de frases –unión y separación de palabras, uso de mayúsculas y signos de puntuación–, composición escrita) y Matemáticas (resolución de problemas, numeración y medida, y cálculo) en cada uno de los niveles de
educación primaria.
Material
Manual de aplicación y puntuación; y para cada nivel, el cuaderno de trabajo del alumno, la plantilla de registro grupal de puntuaciones, el informe individual del
alumno y orientaciones sobre los procesos instruccionales evaluados y para la
enseñanza.
Baremo e interpretación de resultados
Puntuaciones deciles e interpretación cualitativa de los aspectos evaluados, así como de los dos componentes o escalas (Lectura-Escritura y Matemáticas) y del total de la
prueba por cada nivel. Además, se aportan puntuaciones T por niveles en los dos componentes para la comparación de diferencias significativas interescalas.

martes, 11 de noviembre de 2014

Salir de PISA


Hoy quiero compartir con vosotros un artículo, publicado en el País (España),  que considero que merece la pena ser reflexionado.

Cada vez más, existe la opinión en los países llamados menos desarrollados, entre ellos América Latina, y yo lo comparto, que los sistemas de evaluación estandarizados tienden a la estandarización de la educación en el planeta. Además, estos sistemas de evaluación, no aportan más calidad a los sistemas, sino algo que considero realmente dañino allí donde se produzca, es decir "competencia", búsqueda de superar a los demás, para que los políticos puedan sacar pecho presumiendo y diciendo que quieren compararse con los mejores sistemas educativos del mundo, gastando para ello grandes sumas de dinero, sin saber muy bien para qué, mientras las escuelas de su país pasan por todo tipo de penurias, y no digamos los docentes, que con más frecuencia de lo deseable, tienen por ejemplo, que hacer el aseo de sus escuelas. Existiendo escuelas que carecen de lo mínimo necesario, mientras alcaldes y municipios, llevados por idilios de grandeza, gastan ingentes cantidades de dinero en "ocurrencias" sin ningún fundamento ni prueba científica de que hayan tenido éxito. A ello se suman muchas opiniones que diciendo defender lo propio, ignoran que hoy, más que nunca, necesitamos caminar a hombros de gigantes, es decir debemos aprovechar el conocimiento científico y contrastado que ya existe.

A todo ello se le podría poner nombre y apellidos, por ejemplo aquí en Colombia, y supongo que a poco que se indague en otros muchos países.

Gracias a Pablo Gentili por su constante aportación para clarificar las ideas en relación con la educación en este continente.


Salir de PISA

Anotaciones y controversias sobre la educación y el desarrollo en Latinoamérica y el Caribe. Un recorrido por la realidad educativa latinoamericana, sus avances y sus persistentes desigualdades. Aportes para entender las contradicciones en las que anida el futuro de esta región, en un complejo contrapunto de conquistas y derrotas, de frustraciones y desencantos, de sueños y esperanzas.

El País.
Por:  11 de noviembre de 2014
La evaluación debe ser un componente fundamental de toda política pública democrática. Las sociedades tienen derecho a conocer cómo funcionan y cuáles son los resultados de las acciones que desarrollan sus gobiernos. También, a que la evaluación sea realizada de forma persistente y confiable, llevada a cabo con transparencia y autonomía, haciendo que sus resultados contribuyan a diseñar estrategias orientadas a mejorar las políticas gubernamentales en todos los campos de actuación. Un gobierno que no pone a disposición de la sociedad una evaluación sistemática de sus programas y acciones, evidencia un déficit democrático cuyas consecuencias pueden ser irreversibles. La democracia no debe ser entendida sólo como un procedimiento de gestión institucional cuyo parámetro se mide apenas por la existencia de elecciones periódicas. Democrático es un sistema cuyos resultados aspiran a construir más y mejores condiciones de justicia social, de igualdad y libertad. De tal forma, la soberanía popular puede ser ejercida de manera más conciente cuando las sociedades conocen el alcance, impacto y resultados de las políticas públicas llevadas a cabo por sus gobiernos. La democracia se amplía y consolida cuando se democratiza el conocimiento y el acceso a la información. La evaluación periódica de las políticas públicas es una de las formas imprescindibles de hacerlo.
En este sentido, no cabe duda que los dispositivos de evaluación de los sistemas escolares pueden constituir un valioso aporte para comprender su funcionamiento y, en gracias a éstos, ampliar el derecho a la educación, promoviendo una mejor calidad del trabajo pedagógico.

Resulta de cierta forma frustrante que la educación sea la única política que se somete a un escrutinio periódico y cuyos resultados se exponen públicamente. Lo mismo debería ocurrir con todos los sectores y actores que intervienen en el diseño y ejecución de las acciones gubernamentales. Sorprende que el frenesí evaluador aplicado al campo educativo no tenga su correlato en las políticas económicas, en el desempeño parlamentario, en las políticas de salud, de empleo, de transporte o de vivienda, en la ejecución de las obras públicas, el funcionamiento del sistema tributario, del sistema judicial, de la policía, del ejército o de las políticas de seguridad.
El inventario de sistemas de evaluación que se han multiplicado durante los últimos años en el sistema escolar ponen en evidencia que la educación es una de las políticas públicas más democráticas que llevan a cabo nuestros gobiernos. No puede decirse lo mismo de otras, sometidas a un persistente ostracismo y llamativa indiferencia con relación a los resultados alcanzados. Se supone que a la educación se la evalúa porque de ella depende nuestro futuro y, además, en ella se invierte mucho dinero del presupuesto nacional. Sin embargo, nadie dudaría que el futuro también depende de la economía y que mucho dinero se gasta en subsidios estatales a grandes empresas privadas, como los bancos, los productores agrarios, los empresarios del transporte urbano y la industria farmacéutica, entre otros. Mientras tanto, aunque el ciudadano común cada vez tiene más información sobre cómo funcionan las escuelas, poco y nada conoce sobre cómo funcionan y qué resultados tienen estas otras acciones gubernamentales.
No creo que semejante situación deba hacernos rechazar la evaluación sistemática de los sistemas educativos, sino más bien, exigir que lo mismo sea realizado, con transparencia y claridad, en todos los campos de actuación de nuestros gobiernos. Si evaluamos a los docentes y a sus alumnos, también deberíamos evaluar a todos los funcionarios públicos, a nuestros representantes en los parlamentos, a los agentes de seguridad, a los jueces, a las empresas que prestan servicios al Estado y a las que se benefician de los recursos presupuestarios, con préstamos o con subsidios gubernamentales. Si nuestras sociedades están en condiciones de saber cómo funciona la educación, también lo están para saber cómo funciona todo lo demás. Suponer que los ciudadanos no necesitan o, aunque lo necesitan, no están en condiciones de entender cómo funciona el Estado, expresa un gran desprecio a la democracia en un sentido republicano.

Evaluar la evaluación educativa

Evaluar la educación es un asunto serio y complejo. En este sentido, resulta sorprendente la liviandad con que se multiplican acciones de evaluación de los sistemas o de las instituciones escolares y cómo éstas presentan sus resultados como la evidencia indiscutible de un funcionamiento comparable, inclusive, a escala internacional. Evaluar es importante. En este sentido, evaluar bien y no trivializar la evaluación constituye un requisito fundamental a la hora de utilizar cierta información para conocer el desempeño de nuestras instituciones y, en función de éstas, orientar políticas públicas destinadas a mejorarlas.
Un lamentable ejemplo de la actual trivialización de la evaluación educativa son losranking universitarios, cuya proliferación ha sido notable en los últimos años. Se sostiene, con razón, que las universidades constituyen instituciones fundamentales para promover el desarrollo de las naciones. Siendo así, se establecen un conjunto de variables que definen la calidad de los ámbitos académicos y, en función de estas, se jerarquizan las instituciones universitarias por orden decreciente de calidad. El Ranking Académico de las Universidades del Mundo (Academic Ranking of World Universities, ARWU), elaborado por el Centro de las Universidades de Clase Mundial (Center for World-Class Universities, CWCU) de Shangai, y uno de los más difundidos, establece, por ejemplo, que los indicadores de una buena universidad deberían ser: “el número de alumnos y profesores que han ganado premios Nobel y medallas Fields, el número de investigadores altamente citados, el número de artículos publicados en las revistas Nature y Science, el número de artículos indexados en el Science Citation Index - Expanded (SCIE) y en el Social Sciences Citation Index (SSCI), y el rendimiento per cápita respecto al tamaño de la institución”. Su pomposo nombre “universidades de clase mundial” no podría hacernos cuestionar semejantes atributos como los que, en efecto, definen una buena universidad. Entre tanto, en éste, como en muchos otros casos, la afirmación de ciertas variables no sólo limita enormemente el espacio de la clasificación, sino que parece desconocer las especificidades nacionales e internacionales en el desarrollo científico, reduciendo los indicadores elegidos a un conjunto de aspectos que cualquier universidad en buena parte del planeta no estaría en condiciones de cumplir.
No hay que ser un especialista en sociología universitaria para saber que la utilización de citaciones académicas en inglés desconsidera la producción científica de una parte significativa del mundo cuyos investigadores no escriben en esta lengua. Que el inglés es importante, nadie lo duda, pero que sólo parezca relevante la producción intelectual en esta lengua, no deja de ser un gesto de prepotencia académica que deberíamos haber superado. Del mismo modo, si el haber ganado el Premio Nóbel es un indicador de calidad, tampoco debe sorprender que ninguna institución africana figure entre las 200 “mejores” universidades del mundo y sólo 5, una egipcia y cuatro sudafricanas, figuren entre las 500 más destacadas. África ha tenido 4 Premios Nóbel de Literatura y 7 Premios Nóbel de la Paz. Casi todos ellos no dictan clase en ninguna universidad, porque han muerto, o, porque cuando vivían, estaban presos. Por su parte, América Latina, posee 16 Premios Nóbel: 6 de Literatura, 3 de Medicina, 2 de Química y 5 de la Paz. Gran parte de ellos también han muerto y, mientras estaban vivos, los del campo científico, dedicaron buena parte de su trabajo académico en universidades del Norte. América Latina, cuyos científicos hablan y casi siempre escriben en castellano o portugués, posee 10 universidades entre las 500 rankeadas por ARWU: 1 mexicana, 6 brasileñas, 1 argentina y 2 chilenas.
El 3% de las 500 “mejores” universidades del mundo son africanas o latinoamericanas, lo que supuestamente permitiría explicar por qué ambas regiones están como están en materia de desarrollo económico y social. Estados Unidos posee 146 entre las 500 elegidas, lo que también revelaría el enorme potencial económico, militar y científico del país, aunque no tanto su nivel de pobreza infantil, que hoy alcanza a 32% de sus niños y niñas, según ha revelado recientemente UNICEF.
Como quiera que sea, los ranking universitarios se establecen sobre un modelo de universidad que desconsidera el aporte que realizan las universidades al desarrollo nacional y su capacidad para promover más y mejor justicia social. Del mismo modo, desconsidera factores fundamentales de la historia y de las especificidades nacionales que explican cuestiones de enorme relevancia que estas clasificaciones ignoran. Por ejemplo, no cabe duda que la Universidad de Harvard posee una enorme relevancia científica mundial. El ingreso promedio de una familia que envía su hijo a Harvard es de 450.000 dólares, un valor que sólo dispone el 2% de la sociedad norteamericana. Se trata de una institución donde el prestigio académico convive con un inmenso elitismo. En Harvard, como en muchas de las mejores universidades norteamericanas, uno de los factores que influye en la selección de alumnos es la capacidad que disponen sus familias de hacer donaciones a la institución. No debe sorprender que las donaciones de las familias más ricas, muchas veces millonarias, ocurren con mayor regularidad cuando sus hijos aspiran a ingresar a estas universidades. (Piketty, T. 2014: 473)
En este sentido, la comparación de Harvard con universidades que poseen algunas pocas décadas de historia, o apenas algunos años de existencia, parece trivial y simplificador. Seguramente, un trabajador metalúrgico de la periferia de Buenos Aires podrá sentirse frustrado al ver que la Universidad Arturo Jauretche no figura entre las 500 primeras clasificadas en el ranking de Shangai. Entre tanto, no creo que semejante frustración disminuya la alegría que este trabajador debe sentir al ver que su hija o su hijo pueden ahora, por primera en su historia familiar, tener acceso a la educación superior, gracias al desarrollo de universidades públicas cuyo foco en la promoción de la justicia social han multiplicado las oportunidades educativas de los jóvenes de sectores populares en Argentina.
Los gobiernos de los presidentes Lula da Silva y de Dilma Rousseff duplicaron en una década el número de estudiantes universitarios existentes en Brasil. Lo hicieron promoviendo una política de inclusión en el sistema universitario sin precedentes en la historia nacional: crearon 18 nuevas universidades públicas y 173 nuevos campus en todo el país. Gran parte de los nuevos alumnas y alumnos son también la primera generación de estudiantes universitarios en sus familias. Hace 10 años, en Brasil, un joven de sectores populares no podía siquiera imaginar que estudiaría en una universidad. Hoy, aunque la Universidad de San Pablo siga sin mejorar sustantivamente en el ranking de Shangai, la situación ha cambiado drásticamente.
Según el punto de vista que se utilice, la Universidad Arturo Jauretche es mucho mejor que la Universidad de Harvard. Aunque allí no dicte clases ningún Premio Nóbel, sus profesores no publiquen en Nature ni en Science, aunque sus profesores no siempre escriban en inglés y casi nunca sean citados por los científicos norteamericanos o chinos, a ella pueden ingresar jóvenes de sectores populares argentinos. No parece ser poca cosa, al menos, desde la perspectiva de la construcción de un país más justo.
Toda evaluación supone establecer parámetros de comparación. Pero sabemos que no todo es comparable ni, mucho menos, rankeable. Discutir qué se evalúa no es un detalle menor cuando se analiza una política pública. Supongo que un ranking del aporte que las universidades realizan a la promoción de más y mejores oportunidades educativas para los más pobres sería tan simplificador e intrascendente como el que realiza el CWCU de Shangai. Sin embargo, si lo hiciéramos, me temo que la lista sería muy diferente a las que habitualmente circulan cuando se discute cómo deben ser nuestras universidades y qué modelo universitario debemos aspirar a construir.
Evaluar es un asunto serio y complejo. Y, como lo es, evaluar la evaluación es siempre una tarea imprescindible.

BATMAN_pizza

¿Y PISA?

El Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (Programme for International Student Assessment, PISA), desarrollado y promovido por la OCDE, es un sistema internacional de evaluación de competencias educativas. Comenzó a ser implementado en el año 2000 y aplicado la población estudiantil de 15 años en más de 70 países. Su lema es: “¿qué es importante que los ciudadano sepan y sean capaces de hacer?” Una pregunta que seguramente ameritaría un estudio pormenorizado y de enorme complejidad, donde las especificidades nacionales o regionales no podrían ser de forma alguna un factor residual, pero que los expertos de la OCDE aspiran a responder con la aplicación de una prueba trienal de dos horas de duración en Lectura, Matemática y Ciencias.
Se trata, sin lugar a dudas, del más influyente y extendido sistema de evaluación internacional de la educación. Sus resultados son esperados como el sorteo de los grupos que disputaran el Mundial de Fútbol por parte de la FIFA. El anuncio de la clasificación de desempeño genera, en los países participantes y en los que no lo son, grandes debates públicos, un aquelarre de análisis y un interminable repertorio de explicaciones estrafalarias por parte de los ministros de educación de los países mal clasificados en el ranking final de notas. Suele no haber nada más enternecedor (o trágico) que un funcionario explicando por qué el país ha empeorado su desempeño en la prueba o por qué no ha mejorado todo lo que se esperaba.
Se supone que PISA ofrece indicadores sobre la calidad de los sistemas educativos participantes de la prueba. También, que el desempeño educativo (medido por el Programa) constituye un insumo indispensable para explicar el grado de desarrollo o de atraso de una nación. Así, cuando son enunciados los resultados, curiosos del todo el mundo corren a Finlandia o a Corea para conocer las recetas milagrosas que explican el buen desempeño educativo de sus alumnos y el alto grado de bienestar de sus economías, supuestamente, una consecuencia de la capacidad analítica desarrollada por los adolescentes en sus escuelas.
Los periódicos y los canales de televisión dedican al tema un espacio que nunca antes la educación había logrado. La lista de ganadores y perdedores recorre el mundo. Los culpables del fracaso y los protagonistas del éxito son rápidamente identificados. Se piden cabezas, se exigen cambios, se multiplican infinitas promesas que se deshacen cuando, tres años más tarde, se publican los nuevos resultados. Y todo vuelve a comenzar.
Me cuesta creer que algún fabricante de test de multiple choice haya jamás imaginado el poder que tendría un cuestionario de algunas pocas preguntas para explicar el presente y predecir el futuro de las principales naciones del mundo. Recuerdo que, cuando estudiaba ciencias de la educación en la Universidad de Buenos Aires, a este tipo de herramientas de evaluación se las consideraba simplistas, reduccionistas y su generalización comparativa altamente peligrosa para las sociedades, las familias, los docentes y sus alumnos.
Pero los tiempos han cambiado y el método no sólo se ha sofisticado sino sus resultados han ganado el estatus de lo infalible.
A diferencia de los ranking universitarios y de otros sistemas de evaluación internacionales, de PISA participan los gobiernos por decisión propia. Así mismo, invierten sumas casi nunca reveladas en la aplicación de la prueba. PISA es, para algunos, un buen negocio. El año que viene, la prueba será diseñada por la multinacional de la educación Pearson, dedicada a la producción de libros didácticos, tecnología educativa, evaluaciones y cursos en línea. Más allá del contrato con la OCDE, no cabe duda que las ventajas económicas de gestionar una prueba como PISA otorga a Pearson una enorme ventaja la hora de vender servicios a los gobiernos que quieran mejorar su desempeño en las próximas evaluaciones.
John Fallon, director ejecutivo de Pearson festejó el contrato con la OCDE afirmando que "la educación de alta calidad es vital para el desarrollo económico de una nación y el bienestar social - y PISA es un punto de referencia clave por el cual las naciones pueden medir su propio progreso y aprender unos de otros. Así que estamos encantados de tener la oportunidad de trabajar con la OCDE y las comunidades académicas de todo el mundo para desarrollar la prueba del 2015”.
Las críticas a PISA se han multiplicado en todo el mundo. En mayo de este año, un reconocido grupo de intelectuales de diversas universidades, gran parte de ellas norteamericanas e inglesas, enviaron una carta abierta a Andreas Schleicher, coordinador internacional del sistema de evaluación propuesto por la OCDE. Allí destacaban:
  1. El negativo papel de las pruebas estandarizadas internacionales en promover la competencia, etiquetando y clasificando alumnos y docentes en función de su rendimiento.
  2. La tentación de los países a seguir caminos fáciles y de corto plazo para mejorar su desempeño en las pruebas, desconsiderando que los cambios en el campo educativo llevan mucho más que los tres años que separa una prueba de otra.
  3. PISA mide unas dimensiones del aprendizaje e ignora otras, lo que “reduce peligrosamente nuestro imaginario colectivo acerca de lo que la educación es y debería ser”.
  4. PISA está dominada por una visión economicista y unilateral de la educación.
  5. La OCDE asume un mandato que no le corresponde, adjudicandose un papel de gran agencia de evaluación internacional, opacando a instituciones como la UNESCO y UNICEF.
  6. La implementación de las pruebas se realiza en muchos países con asociaciones entre el sector público y privado, abriendo oportunidades de negocios que entran en franco antagonismo con los intereses educativos. (La carta no menciona al contrato entre Pearson y la OCDE, aunque hace evidente relación al mismo). “Algunas de estas empresas ofrecen servicios educativos a las escuelas estadounidenses y a los distritos escolares de manera masiva y con fines de lucro, al tiempo que persiguen planes de desarrollo de la educación primaria con fines de lucro en África, donde la OCDE ahora está planeando introducir el programa PISA”.
  7. PISA contribuye a consolidar una euforia evaluadora que “perjudica a nuestros hijos y empobrece nuestras aulas”.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Evaluar por estándares o la estandarización de la educación.


“Los educadores viven una presión casi implacable para demostrar su eficacia. Desafortunadamente, el principal indicador con el cual la mayoría de las comunidades evalúa el éxito del cuerpo docente de una escuela es el desempeño de los estudiantes en pruebas estandarizadas.”

La  evaluación ha recorrido un largo camino desde aquella primera idea de valorar lo que cada alumno era capaz de demostrar que había aprendido y que podía ser observado por otros, con frecuencia, por medio de escalas de distinto tipo o pruebas de lápiz y papel, hasta la idea de una evaluación general de los sistemas educativos que hoy domina a nivel global, y que busca conocer la eficiencia de las instituciones escolares, los sistemas educativos o los curricula escolares como medio para sentar las bases del progreso y el desarrollo de los países en la sociedad del conocimiento. También, es bien conocido que, ese dilatado camino, estuvo lleno de teorías, visiones e interpretaciones diversas acerca de lo que es “evaluación”.

La evaluación estandarizada individualizada se inicia en los primeros años del siglo pasado cuando Alfred Binet publicó el primer test de inteligencia, creado para identificar a los alumnos que tenían dificultades de aprendizaje,  posteriormente en 1967 Michel Scriven hace una gran aportación con la distinción entre “evaluación sumativa,” lo que un alumno o un sistema es capaz de producir al final de una aplicación o desarrollo de un programa determinado, y  evaluación formativa,” centrada en recoger información, analizarla y valorarla para tomar las oportunas decisiones a lo largo de un proceso, con el fin de introducir las mejoras necesarias. Podríamos decir, pues, que la evaluación, a lo largo de ese tiempo, se ha convertido en una herramienta cada vez más imprescindible para alcanzar la mejora y la calidad de la educación.

También es importante señalar que, en la última década del siglo pasado, se produjo un amplio debate sobre la educación del siglo XXI y, en consecuencia, la incorporación a los sistemas educativos de nuevos planteamientos tales como las competencias y la evaluación por estándares, como referente y medio de alcanzar la equiparación y comparabilidad de los sistemas educativos. Estamos, pues, ante un contexto de profundas transformaciones producidas como efecto de la globalización, sin olvidar, los importantes avances habidos en los diferentes ámbitos del saber, especialmente en las neurociencias y las tecnologías de la información y la comunicación. Todo lo cual genera una honda preocupación ante un futuro incierto y cambiante que nos exige un esfuerzo notable para dar la respuesta educativa que la sociedad del siglo XXI nos exige y necesita para un mundo interdependiente.


Como respuesta a esas preocupaciones creció la necesidad de profundizar en el conocimiento, tanto de la idoneidad y adecuación de los curricula escolares, como de los mecanismos que permitan valorar del modo más objetivo posible los resultados académicos de los sistemas educativos. Para ello, se desarrolló un movimiento a nivel internacional de evaluación por estándares, como respuesta a la necesidad de  superar las valoraciones e interpretaciones particulares  de los resultados escolares y para el establecimiento de escalas y modelos valorativos que permitieran hacer comparaciones de los resultados escolares obtenidos a todos los niveles: regional, nacional e internacional.




sábado, 1 de junio de 2013

Evaluaciones educativas internacionales.

La evaluación siempre me ha parecido importante, tanto por lo que nos condiciona al enseñar como por lo que nos aporta de conocimiento del proceso de enseñanza aprendizaje, siempre que se practique de forma ética y se tengan en cuenta todas las variables que inciden en los resultados de la educación.

El Instituto de Evaluación de España, recoge información relevante sobre evaluaciones internacionales de gran impacto en la opinión pública y en los ámbitos políticos nacionales e internacionales. Os dejo aquí los enlaces para que cada uno pueda acceder a lo que más le interese. 

Bienvenida

El Instituto Nacional de Evaluación Educativa es el organismo responsable de la evaluación del sistema educativo en el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. 
 Más información...                                                                                      
      INEE en Blog: http://educalab.es/blogs/inee/ 
      INEE en Slideshare: http://www.slideshare.net/INEE_MECD
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Ítems liberados de pruebas de evaluación y otros recursos para el profesorado

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jueves, 13 de diciembre de 2012

Evaluaciones internacionales

 Para reflexionar sobre educación debemos conocer qué está sucediendo en los diferentes sistemas educativos y los resultados de los estudios internacionales arrojan luz sobre estos aspectos. Pero no debemos deslumbrarnos con los datos y las estadísticas pues existen aspectos esenciales para el éxito escolar que no se miden en estas evaluaciones internacionales y que será necesario tener presente y conocer los contextos para hacer una interpretación correcta de los mismos. De lo contrario puede pasar que algún político de turno de pronto piense que la publicación de ranking es solución al problema de la educación.

La lectura de estos informes nos permiten tener otra visión del contexto educativo.

La información que facilitamos está tomada de la página web del MECyD de España.


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