Hoy quiero ofreceros una reflexión sobre educación que debería hacernos pensar. Me refiero a algo que sucede y se oye con mucha frecuencia en estos días de finales de curso en relación con las calificaciones obtenidas por los escolares y estudiantes: he sido el primero de la clase, soy el mejor de mi grupo, he quedado el primero...
No cabe duda que vivimos en una sociedad competitiva, que el mundo es una jungla donde solemos jugar a "sálvese el que pueda" y si no vivimos mejor y tenemos más es porque simplemente no podemos. Por tanto si soy el primero puedo elegir más y mejor.
Esa sería en trazo grueso la la ley de la calle, pero creo que a muchos no nos gusta y tratamos de luchar por un mundo más justo y solidario, donde llegar el primero debería servirnos para ser más solidarios y permitirnos sentirnos mejor por poder ayudar a más personas.
Yo nunca fui el primero en nada, ni el más listo de la clase, pero eso no me ha impedido desarrollar valores personales y profesionales, aunque esté lleno de mil defectos y debilidades, supongo que como todos.
Pero sobre lo que quiero llamar la atención es sobre la importancia de la educación en valores, en principios, que transciendan el egoísmo personal, que nos permitan construir un mundo más equitativo, más justo, más sostenible y más habitable para todos, donde todos puedan vivir dignamente y sus derechos fundamentales sean respetados; pues de lo contrario estaremos abocados a sentir en nuestra piel y en nuestro corazón el frío helador de la indiferencia, el desprecio y la falta de afecto y de cariño del resto de la humanidad. Y en ese mundo tan frío e inhóspito los seres humanos pasaremos a ser simplemente seres erráticos sin misión ni visión en la vida.
Pedro Navareño P., julio 2011.
Pedro Navareño P., julio 2011.
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