Este mundo de modas y días de… es como una ruleta, unas veces
rusa, cuando los medios de comunicación, sabe Dios por qué intereses y para
desviar la atención de qué asuntos, la toman con cualquier colectivo;
pero además, en esa ruleta, hay otros días de la felicidad, y hoy toca de la
felicidad para todos los docentes del mundo. Lástima que en tantos lugares
tenga que ser más para creer en la utopía que para mirar la realidad, pues las
condiciones de trabajo, de salud y los recursos con los que nos enfrentamos en
el quehacer diario sean tan pobres, en tantos y tantos lugares, que sólo la
motivación intrínseca, la profesionalidad y dedicación abnegada, mucho más allá
de lo que sería exigible, son capaces de salvar los innumerables obstáculos que
el ejercicio de la profesión tiene, en general, para los docentes. Claro está,
no son comparables las situaciones si miramos realidades y contextos tan
dispares existentes en el planeta. Pero suele haber elementos comunes como la
falta de reconocimiento social y la torticera administración y gestión de la
educación, pensando sus responsables, más en hacer, unos, pingües beneficios
económicos y, otros, su propaganda política, mucho más que pensando en los
beneficios sociales que este derecho fundamental tiene para cada pueblo y para
toda la humanidad; olvidando que es la inversión más potente para transformar
la sociedad.
Pero siendo positivos, felicitemos a todos y reconozcamos hoy a
la mayoría de los docentes, su esfuerzo, su profunda dedicación a la profesión
más bonita del mundo, por su entusiasmo para trabajar, sean cuáles sean las
condiciones y reconocimientos que se les hagan, por su entrega generosa para
mejorar la vida de tantos niños y niñas en el mundo, que ponen en nuestras
manos toda su esperanza de recibir la mejor formación posible, de aprender a
vivir en un mundo tan complejo y complicado, de aprender a entender una
sociedad con tanta violencia colectiva e individual. Pues en definitiva, los
niños y niñas siempre ponen la mirada y confianza en quien les da cariño, les
exige y les ofrece sentido para vivir una vida digna y con sentido de la
realidad.
Y todo ello, a pesar de que tenemos poderosas fuerzas que luchan
por imponer sus intereses y valores particulares en contra de aquello por lo
que la escuela debería luchar: por la justicia social, la paz, los derechos
humanos, la solidaridad y el reparto equitativo de la riqueza.
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