domingo, 26 de enero de 2025

 


Estimadas amigas, amigos y seguidores. Tras un largo tiempo de silencio fruto de circunstancias personales, vuelvo con reflexiones educativas como la que os comparto a continuación.

Antes, aprovecho para anunciaros que he finalizado mi libro y que en algunos meses estará disponible. Es un honor y un orgullo haber completado un trabajo de tantos años. Iré dando detalles más adelante sobre cuándo y cómo lo presentaré, incluidas sorpresas especiales en dichas sesiones, además será posible solicitar una presentación para instituciones o grupos de docentes que lo deseen sin ningún compromiso, todo ello con el fin de que podamos conversar sobre todo lo relacionado con su contenido.

Reflexión para el tiempo presente:

Vivimos en tiempos complejos, donde la democracia, ese valor fundamental que ha guiado a las sociedades hacia la libertad, la justicia y la equidad, parece estar perdiendo su sentido y su dirección en muchas partes del mundo. Los desafíos que enfrentamos van más allá de la política, tocando las fibras más profundas de nuestra identidad como seres humanos: el respeto por el otro, la participación activa y responsable, la solidaridad. En muchos países, vemos el resquebrajamiento de principios democráticos esenciales como la igualdad de derechos, la pluralidad de opiniones y el acceso a la justicia, lo que alimenta una creciente desconfianza en las instituciones y en los procesos políticos.

Como docentes, tenemos un papel crucial en este momento de la historia. La educación, más que nunca, es una herramienta transformadora que puede ofrecer un faro de esperanza. No se trata solo de enseñar contenidos académicos, sino de formar ciudadanos críticos, capaces de entender los problemas del mundo desde una perspectiva global, y comprometidos con la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

La educación debe fomentar la reflexión profunda sobre lo que significa ser un ciudadano en una democracia: ¿Cómo podemos participar de manera activa y responsable en las decisiones que afectan a todos? ¿Cómo podemos resolver los conflictos sin recurrir a la violencia o la imposición? ¿Cómo proteger los derechos humanos en un mundo cada vez más desigual?

Además, la educación puede y debe ser un medio para fortalecer los valores democráticos: el respeto a la diversidad, la empatía, el pensamiento crítico, la capacidad de escuchar y debatir sin caer en la polarización. Un futuro más prometedor solo será posible si formamos individuos que comprendan la importancia de la democracia no solo como un sistema político, sino como un compromiso ético con la dignidad humana y el bienestar común.

Si queremos cambiar el rumbo del mundo, debemos comenzar en las aulas, sembrando las semillas de un futuro donde la democracia no sea solo un ideal, sino una práctica cotidiana.