En la presentación del libro de referencia (Fundación Caja Badajoz, 10 de noviembre de 2025), tuve la fortuna de contar con la presentación de Fátima Murciano, que nos habló del proyecto "Comunicación Responsable" que viene impulsando como presidenta desde la fundación Juan Uña, para abrir un debate sosegado, claro y profundo sobre la educación que necesitamos. Pero mejor escuchar su presentación porque creo que hace una exposición muy acertada sobre el tema.
Además de ello, como educador comprometido con la mejora de la educación, quiero compartir contigo una reflexión sobre la escuela que tenemos y, sobre todo, la escuela que necesitamos y soñamos. A partir de la propuesta desarrollada en De la escuela que venimos a la que soñamos. El crisol de las emociones de un aprendiz de maestro, propongo un recorrido por diez claves que redimensionan el sentido de la educación en el siglo XXI y convocan a docentes, familias y comunidades educativas a impulsar cambios profundos, sostenibles y humanizadores.
En primer lugar, la escuela debe ser un espacio que cuide y promueva el bienestar integral, no solo de los estudiantes sino también de quienes enseñamos y aprendemos cada día. El cuidado, la convivencia positiva y el desarrollo de habilidades socioemocionales son condiciones necesarias para un aprendizaje auténtico y para la salud mental de toda la comunidad educativa.
En segundo lugar, la formación docente no puede concebirse como un acto aislado: debe orientarse hacia la colaboración profesional y la construcción de comunidades de aprendizaje. Esta perspectiva reconoce que la mejora educativa es colectiva y que el intercambio reflexivo entre pares enriquece la práctica, tal y como lo destacan Hallinger y Heck al asociar el liderazgo y las comunidades profesionales con la mejora escolar sostenible.
Una tercera clave nos invita a imaginar la escuela como una organización que aprende. Inspirados en Senge (1990), una escuela que aprende se dota de una visión compartida, una cultura de gestión del conocimiento y mecanismos que favorecen la reflexión crítica y la innovación desde dentro, lo que fortalece su autonomía y capacidad transformadora.
El liderazgo pedagógico distribuido es la cuarta clave: un liderazgo que no se concentra en una sola figura, sino que se comparte entre todos los actores de la comunidad escolar, promoviendo la corresponsabilidad y la participación activa en la toma de decisiones.
Otra dimensión fundamental es el currículo con sentido y esperanza, orientado a formar ciudadanos críticos, éticos y comprometidos con los desafíos locales y globales. Este enfoque curricular incorpora valores, competencias para la vida y una visión humanista que se alinea con las ideas de UNESCO sobre educación para la ciudadanía global.
La evaluación formativa y auténtica constituye la sexta clave: deja de ser un instrumento de control para convertirse en una herramienta para el aprendizaje continuo, facilitando ajustes oportunos en la enseñanza y promoviendo la autorregulación del estudiante.
La escuela abierta al mundo y a las redes, integrando tecnologías como la Inteligencia Artificial al servicio del bien común, representa la séptima clave. Aquí la tecnología es aliada, no sustituta, del encuentro humano y del aprendizaje significativo.
La octava clave pone el foco en ciclos de aprendizaje experiencial que impulsan la innovación sostenible y la mejora continua, promoviendo la reflexión, la acción y la evaluación constante de las prácticas educativas.
La supervisión escolar como asesoramiento y acompañamiento pedagógico rompe la visión tradicional de control burocrático para convertirse en soporte formativo que potencia las capacidades de las instituciones educativas.
Finalmente, la décima clave articula una escuela para el bien común, los derechos humanos, la justicia social y la ciudadanía democrática, poniendo en el centro la dignidad de la persona y la formación de sujetos éticos, solidarios y críticos frente a las desigualdades.
Invitación a la reflexión
Querido lector, docente y padre de familia: la transformación educativa que proponemos no es utopía, sino compromiso ético. Requiere que cada uno de nosotros reconozcamos nuestro papel como agentes activos del cambio educativo. Como Freire nos recuerda, nadie educa a nadie, los hombres se educan en comunicación; por ello, la escuela que soñamos se construye colectivamente desde la práctica reflexiva, crítica y esperanzada.
Te invito a compartir estas ideas, debatirlas y situarlas en nuestras realidades educativas concretas. Solo así podremos caminar desde la escuela que venimos a la escuela que verdaderamente necesitamos y soñamos.
Puedes ampliar ideas conociendo el contenido del libro de manera resumida en: reflexioneseducativa.blogspot.com
El libro está disponible en: Amazon.
https://orcid.org/0000-0001-8035-0091
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