Hoy he tenido la gran satisfacción de realizar una tertulia literaria dialógica con un grupo de estudiantes de 4 curso de educación primaria, en una escuela pública de Guadalajara de Buga (Colombia). Ha sido posible gracias a la generosidad y el interés de Liliana Correa, su tutora que ha tenido a bien invitarme.
Siempre que se vuelve al aula se remueven sensaciones y emociones que nunca nos abandonarán como maestros, estados emocionales que te hacen sentir vivo, que tienen el sabor dulce de las esencias de la vida. Y, es que, sentir que podemos ayudar a que los estudiantes piensen, se emocionen, sientan e interpreten lo que les sugieren los textos leídos nos recuerda que:
“La educación necesita tanto de formación técnica, científica y profesional como de sueños y utopía“. Freire.
Y el mayor logro que podemos conseguir como docentes es que cada niño, y cada familia, pueda alcanzar sus sueños. Para ello, es esencial que desde la escuela luchemos por la utopía de un mundo mejor.
Para reflexionar sobre la fuerza que tiene un texto y todo lo que cada uno puede sentir y recordar les dejo este ejemplo:
“Siempre es tiempo de dejarse llevar por una pasión que nos arrastre hacia el deseo.
Siempre es posible encontrar la fuerza necesaria para alzar el vuelo y dirigirse hacia lo alto.
Y es allí, y sólo allí, en la altura, donde podemos desplegar nuestras alas en toda su extensión.
Sólo allí, en lo más alto de nosotros mismos, en lo más profundo de nuestras inquietudes, podremos separar los brazos y volar.”
Dulce Chacón.
Gracias a tantos maestras y maestros anónimos que día tras día dan lo mejor de sí mismo, mañana millones de niños y niñas, podrán lograr sus sueños y vivir con una sonrisa en su rostro para construir un mundo mejor.
Cambiar el mundo está en nuestras manos y cada uno tenemos un trozito de responsabilidad.
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