Mejorar la
educación y dar respuesta a las necesidades que tienen los ciudadanos para
crear un mundo más justo, pacífico, digno y sostenible, es una preocupación que
todos manifestamos tener y que, seguramente, igualmente compartimos. La
cuestión es que cada uno tenemos una idea de cada una de esas palabras, y ahí
empiezan los problemas, pues cada uno pensamos que la forma de lograr ese
ambicioso proyecto social debe ser la nuestra, que tiene sustanciales
diferencias con la de otros.
El pasado día 1
de junio, la Junta de Extremadura, a través de la Consejería de Educación y
Empleo, organizó la 1ª jornada de Innovación y buenas prácticas educativas. Fue
un evento lleno de calidad, reconocimiento y buen hacer, pero sobre todo fue un
encuentro de la escuela extremeña con sus protagonistas, conformados por una
importante representación de las mentes docentes más inquietas e innovadoras
que son o trabajan en nuestra tierra. Aunque no debemos olvidar que existe un
número, mucho mayor de profesionales, que de manera abnegada y callada,
trabajan cada día y dan lo mejor de sí a la sociedad extremeña, pero que por
diversas circunstancias, no han sido reconocidos o premiados públicamente,
aunque sí lo son, cada día, por tener la satisfacción del deber cumplido;
incluso en muchos casos, por el reconocimiento del alumnado y sus familias, que
son en definitiva, quienes reciben y aprovechan el esfuerzo de su
profesionalidad y docencia. Ellos también son dignos de la mal alta
consideración, reconocimiento y aprecio.
El día se inició
con el acto inaugural, que corrió a cargo del Secretario General de Educación,
Rafael Rodríguez de la Cruz, que justificó y contextualizó la necesidad e
importancia de la realización de esta jornada.
En la ponencia
inaugural, se nos ofreció una visión cosmogónica de la realidad educativa llena
de metáforas y simbolismo de lo que debe ser la innovación educativa. No podía
haberlo hecho nadie mejor ni con la claridad, la sencillez y la profundidad que
lo hizo Antonio Rodríguez de la Heras. Pues como él mismo dijo, sentía que su
función era la de actuar de introductor, de “telonero” de la jornada que se
iniciaba. Nos situó en un espacio relativamente corto de tiempo, en una
perspectiva general, de lo que luego llegaría, las buenas prácticas educativas.
Expuso una mirada elevada sobre la realidad del mundo educativo que tenemos, lo
hizo utilizando, entre otras, la metáfora del agua (el saber, el conocimiento,
etc.), desde que está contenida en las nubes, hasta que, dependiendo de las
condiciones, se precipita, o no, y cómo debemos saber encauzarla y
aprovecharla; continuó, llamando la atención sobre la importancia que tiene la
escuela y los docentes para no sofocar el cerebro de las personas, evitando así
que se pierdan para la sociedad; desarrollando la capacidad de abstracción,
realizando una práctica docente investigadora, evitando experimentos
innecesarios en el aula, realizando primero un proceso de metabolización de lo
que pretendemos aprender, para construir conocimiento práctico y aplicable,
etc. Antes de finalizar nos recordó la importancia de la enorme carga ética que
debe tener presente y practicar el docente en su importante tarea profesional
de educar innovando. Todo ello con la finalidad de evitar convertir a la
escuela en creadora de operarios para una sociedad mercantilista, sino más
bien, de conseguir que la educación pueda ofrecer la carga de disconformidad
suficiente con la situación actual, para estimular el avance, la innovación y
transformación social.
Después de la
excelente conferencia marco, la jornada continuó, en primer lugar, con la
exposición de las experiencias galardonadas en los premios Joaquín Sama a la
Innovación Educativa y Tomás García Verdejo a las Buenas Prácticas Educativas del
año 2016, cuya presentación, en general, fue de un muy buen nivel, aunque se
echó en falta una sistemática para hacer visible, por una parte, la experiencia
realizada, pero, sobre todo, para exponer los objetivos, los propósitos, las
finalidades educativas que cada trabajo premiado persigue; en definitiva, en
hacer explícito cómo contribuye, cada actividad que realizamos en la escuela, a
la consecución de la persona y el ciudadano que queremos formar en nuestras
instituciones educativas. Pues es de vital importancia no confundir los medios
con los fines, y todo lo que trabajamos y hacemos, incluida la propia escuela,
son medios para lograr una sociedad mejor, como decíamos al principio, si este
objetivo no se consigue, todo lo que hacemos podrá quedar bien en la memoria de
la educación de Extremadura, pero no habrá servido de mucho.
Al hilo de las
presentaciones de las experiencias y las intervenciones de los docentes,
pensaba que dar a conocer estos trabajos es una buena forma de hacer visible
nuestra realidad educativa, que teniendo más problemas por resolver y siendo
más profunda y diversa de lo que allí pudimos ver, sin embargo estaba bien
representada la acción de un gran número de docentes que, día a día, viven en
el desvelo de la innovación y la mejora escolar; en definitiva, mereció la pena
y pudimos conocer prácticas que buscan la calidad educativa y que, por tanto,
contribuyen a conformar una sociedad mejor, más digna y más justa.
El día continuó
con una mesa redonda donde estuvieron representados todos los sectores de la
comunidad educativa, administración, padres, docentes y universidad. Fue muy
interesante conocer las visiones y percepciones tan diferentes, que cada sector
tiene de la realidad educativa, que nos está tocando vivir. Pero, sobre todo,
este momento, aportó ideas claves para entender que el único camino para avanzar
en la dirección correcta, en educación y en su innovación, es sentándonos
alrededor de una mesa y, olvidando nuestros intereses particulares, poner, por
encima de todo, el bien común y las necesidades formativas del alumnado para construir
una nueva sociedad.
Después conocimos
la experiencia ganadora del 1º Premio Nacional de Innovación 2016, del IES
Salvador de Vitoria de Monreal del Campo (Teruel). Impresionante trabajo de
buena práctica, presentado de manera ágil y acertada por dos de sus profesores,
articulada por una institución educativa que sabe aprovechar los recursos disponibles,
el contexto, mediato e inmediato, para hacer una escuela viva y activa que
centra su trabajo en cuatro grandes ejes: la transversalidad, la
interdisciplinariedad, al alumnado protagonista y la apertura del centro a la
sociedad.
Como colofón de
la jornada, se llevó a cabo el acto de entrega de los premios (2017) Joaquín
Sama y Tomás García Verdejo, a cargo de los responsables de la Consejería de
Educación y otros representantes de la sociedad extremeña. Cerrándose la larga
jornada con una muy interesante intervención de la Consejera, Esther Gutiérrez
Morán, que hizo repaso a temas de gran calado y que sería interesante y
necesario tener presentes para el futuro de la educación no sólo en
Extremadura, sino también otros ámbitos.
Pero después de
tantos años en esta profesión, ante hechos educativos tan relevantes como este,
para una comunidad educativa como la extremeña, quizás por coincidencias no
pensadas, eché en falta a algunos profesionales de la educación, que teniendo
una alta responsabilidad, podrían haber tenido la oportunidad de aprender más
un día que en muchas largas jornadas de trabajo. Por lo que sería bueno que se
tomara nota y, en el futuro, se eviten coincidencias para que toda la comunidad
educativa, también más representantes sociales, incluso de las instituciones
educativas premiadas, puedan presenciar y conocer lo que la escuela hace por la
educación en Extremadura.
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