Desde que di los primeros pasos de mi
ejercicio profesional como docente, o quizás antes, cuando trabajé como
educador para pagarme los estudios, inicié un camino que no sabía bien a donde
me llevaría. Hoy, felizmente jubilado, empiezo a entender el acierto que fue
dedicarme a la educación. Pero el camino no siempre fue fácil, pues a los que
somos autoexigentes todo nos cuesta más esfuerzo y sacrificio por nuestro afán
de perfeccionismo, aunque el resultado final de nuestro esfuerzo no sea siempre
tan bueno como nos proponemos, pero, por nuestro modo de ser, no somos capaces
de liberarnos de la presión autoimpuesta de tener que hacer lo que en cada
momento tengamos entre manos.
En ese camino se leen muchos libros y
artículos, se asiste a curso de formación, a conferencias, a congresos, se
participa en muchas reuniones dentro y fuera de las instituciones educativas, etc.,
buscando siempre la respuesta a la eterna pregunta de cómo enseñar, o ser buen
docente. Hasta que un día ya vislumbras que no existe una respuesta, que solo
la actitud abierta, reflexiva y flexible de trabajo constante y con ética
profesional, puede ayudarte a caminar por el sendero acertado. Lo demás se va
alcanzando en ese caminar.
Uno de los refugios más importantes que encontré,
en mi caso, en ese caminar, es decir en estos años de vida dedicada a la
educación, ha sido la lectura, pues, entre otras razones, no siempre me fue
fácil encontrar compañeros de viaje dispuestos a investigar y compartir
lecturas e inquietudes. Así pues, en ella
iba encontrando, a la vez que me iba revelando, fragmentos de la verdad buscada,
al tiempo que, otras lecturas, me desilusionaban y me hacían dudar sobre la
calidad de algunas publicaciones y, me hacía pensar, en la necesidad de que
alguien debería poner orden, para que determinados textos fueran declarados no
necesarios de ser publicados, ni que vieran la luz, ya que su contenido podría
ensombrecerla.
Pero hoy precisamente quiero, entre otras
razones porque es el último que acabo de leer, traeros unas breves reflexiones
sobre un libro que hace una propuesta demasiado interesante para la formación y
la comprensión de la tarea docente. Se trata de “La práctica reflexiva” de Angels Domingo y M. Victoria Gómez. Esta obra fruto de una larga investigación,
no sola teórica, sino también de puesta en práctica de lo encontrado, que nos
ilumina un camino que debería ser uno de los ejes formativos esenciales de los
docentes. Pues nos aporta las bases teóricas, los modelos y los instrumentos
para iniciarnos y caminar por un sendero que nunca debemos abandonar, si
verdaderamente queremos mejorar de manera permanente en el ejercicio de nuestra,
cada vez más, compleja profesión, aunque hagamos incursiones por otros vías para
retroalimentar nuestra competencia reflexiva que tan clara y bien descrita se
encuentra en esta obra. Además pienso y he repetido, quizás en demasiadas
ocasiones, que el mejor camino para la formación docente debe basarse en la
reflexión crítica sobre la práctica, retroalimentada por el conocimiento que la
comunidad científica nos aporta en cada momento sobre la materia.
Afortunadamente para este importante aspecto de la formación docente, la
Universidad Alfonso X el Sabio, ya la ha incluido como asignatura en sus planes
de estudio.
Aunque no voy a tratar de resumir aquí el
contenido de este trabajo, sí querría destacar algunos de los que, para mi, son
los aspectos esenciales que aportan sus autoras para entender mejor cual debe
ser una de las luces imprescindibles que necesitamos para que ilumine el camino
de nuestra profesión. Y es que los profesionales de la educación del siglo XXI necesitamos
tomar conciencia del mundo del que venimos, es decir tenemos que mirar hacia atrás
para caminar hacia adelante y así entender nuestra sociedad, porque conocer
nuestro origen nos iluminará para avanzar hacia el futuro, pues necesitamos
conocer los cambios y los paradigmas reflexivos de la profesión. Y, todo ello,
se nos ofrece con el rigor y la claridad necesarios para ser entendidos y
aplicables a la práctica docente.
Igualmente, las autoras, nos revelan como
tomar conciencia de las intenciones y motivaciones, personales y ajenas, para
actuar profesionalmente, en función de los resultados que buscamos, ya que es
una necesidad que todo docente debe manejar para no perderse en el laberinto de
los modelos pedagógicos y otras teorías que, a veces, nos pueden distraer de lo
que es realmente importante para la escuela.
En definitiva si caminamos hacia la
formación del profesional reflexivo que se propone en la obra de la mano de
Shön, podemos tener la certeza de que descubriremos nuestro propio camino y que,
por fuerte que sean los vientos que soplen, que lo hacen, sabremos encontrar el
sendero, y mantener el rumbo, que nos guíe al mejor destino, que es ser docentes
reflexivos, conscientes y críticos de nuestra práctica.
Referencia:
Domingo, À., & Serés, M. V. G. (2014). La práctica reflexiva: bases, modelos e instrumentos (Vol. 128). Narcea Ediciones.
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