No cabe ninguna duda que el coronavirus ha afectado también
a la educación de una manera brutal; las consecuencias aún son desconocidas y
nadie tiene certezas sobre cómo será el futuro por lo menos a corto y medio
plazo, pues cabe la posibilidad que a largo plazo todo vuelva a ser como era, o
quizás solo se le parezca.
Nadie pone en duda la titánica tarea que han realizado los
servicios sanitarios y todos los servicios clínicos y auxiliares, además del
Ejercito, la Guardia Civil, los cuerpos de seguridad estatal, autonómico y municipal,
que a veces se nos olvida citar. Todo reconocimiento será poco, pero no solo
ahora sino también cuando no hay pandemia, más allá de que como en todos los
colectivos unos tengan mucho más merecimiento que otros. Pero permítan que hoy
reflexionemos sobre la pandemia y su efecto en la educación.
Las consecuencias inmediatas de esta pandemia educativa han
consistido en someter a los sistemas educativos, a la escuela y su
organización, a los profesionales, a los estudiantes y a sus familias a una
prueba desconocida hasta ahora. Las repercusiones más importantes las veremos
en el medio plazo. En el corto plazo se ha podido ver lo lejos que está la
institución educativa de realizar una aplicación coherente y adecuada de las
tecnologías. En estos dos o tres meses se ha avanzado y aprendido por muchos de
los agentes educativos más en el uso de las tecnologías que en varias décadas
desde su generalización, y es que la necesidad obliga a usarlas sin que sea
posible encontrar disculpa o alternativa más eficaz.
También se ha podido comprobar de manera inmediata, la gran
voluntad y el trabajo sin reservas de los directivos y docentes, incluso sin
contar con experiencias previas ni con las directrices más adecuadas. Hay que
hacer notar que las administraciones educativas de pronto han multiplicado sus
recursos tecnológicos de manera milagrosa. Los teléfonos, los computadores y
las redes personales de los profesores se han puesto al servicio de la
educación y de la sociedad sin que nadie hiciera ningún llamamiento para ello; Además
sin ningún aumento de sueldo, los horarios de los docentes se extendieron hasta
horas insospechadas y se flexibilizaron para atender a los alumnos y sus padres
cuando lo necesitaban; a la vez que convertían las salas de las casas de los
estudiantes en aulas improvisadas, y los medios tecnológicos en ventanas abiertas
a otra forma de relacionarse y de aprender. La escuela abandonó su espacio
físico tradicional para transformarse en lo que siempre debería haber sido, un
espacio para el encuentro y el aprendizaje para la vida que no debe limitarse a
un horario cuadriculado y a un espacio entre cuatro paredes. Y con ello, las
actividades se diversificaron y se convirtieron en tareas casi colectivas que
convertían, cuando ello era posible, a toda la familia en una comunidad de
aprendizaje. Aunque en ocasiones, por el exceso de celo de los docentes y por
falta de experiencia de unos y otros, las tareas resultaban algo excesivas.
Trabajar en casa es muy diferente a hacerlo en el aula. Y los padres no tienen
la obligación de saber enseñar como lo hacen los profesionales.
A la vez, las casas
de los maestros se han abierto a sus estudiantes sin ninguna condición. La
imaginación para hacer vídeos de ánimo y aliento en los momentos más duros no
se han hecho esperar y han llegado a través de las redes a todos los que tenían
acceso a ellas. Y todo se ha hecho de manera generosa casi sin tiempo para
aprender a actuar en el nuevo escenario, que seguro hoy la mayoría empieza a
comprender por donde deben ir las cosas.
Otro efecto inmediato que hemos apreciado es que, en los
sectores sociales más desfavorecidos, que padecen como nadie las consecuencias
de cualquier crisis social o económica, se ha mostrado con toda crudeza la
enorme brecha digital que existe y sufren, fruto de la injusticia social en la
que viven. Pues las familias más desfavorecidas, que no disponen de los
recursos ni la infraestructura tecnológica mínima necesaria, se han visto, una
vez más, como han sido los que se han llevado la peor parte y la atención más
deficitaria por la imposibilidad física de ser atendidos personalmente.
Aunque también parece razonable decir que la situación de
confinamiento haya podido tener unos efectos tremendamente positivos en lo
relacionado con la vida familiar; pues los padres han podido disfrutar de sus
hijos y comprender la tremenda dificultad que tiene educarlos y formarlos, a la
vez que hacerlo con el respeto a cada personalidad, recurriendo a la
imaginación necesaria para que todo se haga en un clima positivo de afecto y la
adecuada atención a cada uno. Hecho que seguro ha servido para que muchos progenitores,
que no tenían conciencia de ello, se hayan podido dar cuenta de la ingente
tarea que realizan los docentes a diario. Seguro que más de uno habrá cambiado
su opinión sobre el servicio que ofrece la escuela tantas veces ignorado y, en
ocasiones, poco reconocido.
También hemos aprendido que la sociedad es tremendamente
sensible y generosa, en muchos casos ayudando a través de organizaciones ya
existentes, más o menos conocidas, en otros simplemente compartiendo a nivel de
barrio o pequeña localidad todo aquello de lo que se disponía, pero al fin y al
cabo compartiendo para ayudar a los más necesitados para garantizarlos al menos
algo para llevarse a la boca.
Asomarse a las redes sociales, en lo relacionado con la
educación, durante este tiempo ha sido abrir una ventana al mundo, al principio
las ventanas eran pocas y pequeñas, en estos momentos faltan horas del día para
atender y poder observar la gran proliferación de encuentros entre docentes, incluso
de un lado y el otro del Atlántico, para realizar retransmisiones sobre las
soluciones que se pueden o deben tomar para afrontar la nueva situación creada.
Es verdad que muchas veces poniendo de manifiesto más la buena voluntad de
encontrar soluciones que aportando realmente medidas que nos sean útiles para
salir airosos de esta pandemia también educativa. Cuya salida solo se nos
antoja que será adecuada si partimos de un diálogo igualitario, abierto a todos
los sectores y con el firme propósito de comprometerse y participar cada uno de
acuerdo a sus posibilidades y responsabilidades.
Pero quizás la enseñanza más importante que debemos sacar es
que existen importantes y grandes incongruencias entre la escuela y la realidad
social. Puesto que lo más valorado por la sociedad, como la fama, el éxito y la
riqueza material, es lo que menos nos sirve en momentos de una crisis sanitaria
como esta; que tener una escuela para formar trabajadores seguro es necesario, pero
que desde luego, además es imprescindible tener una escuela crítica para formar
personas responsables, éticas y comprometidas con sus semejantes, que llegado
el momento sepan comportarse y actuar de acuerdo al bien común; que necesitamos
tener una escuela que forme a personas para que tengan curiosidad científica, valores,
que estén interesados por saber, por estudiar, por imaginar soluciones creativas
cuando llega la necesidad, porque ello es mucho más rentable socialmente que
desarrollar una sociedad consumista donde lo importante es tener, olvidando que
lo esencial es el ser. Por ello debemos reflexionar sobre los efectos y las
consecuencias del uso crítico y adecuado de las tecnologías, para evitar que
las grandes corporaciones aprovechen las nuevas necesidades creadas con le fin
de enriquecerse aún más.
Y todo ello ha sucedido, en medio de un espectáculo bochornoso
que nos han dado los políticos, unos más que otros, aunque seguro que si nos
preguntan no coincidiremos quienes han sido los más o los menos responsables de ello,
porque las cosas las vemos a través del filtro de nuestras ideas y no cómo realmente son, pero seguro que podemos estar de
acuerdo que lo sucedido nos ha producido vergüenza de tener los dirigentes que
tenemos; por no citar la desinformación permanente de la mayoría de los medios de
comunicación, públicos y privados, que, por ejemplo, detrás de cifras absolutas
nos han estado ocultando la verdadera dimensión de la tragedia, comparando
realidades que no son comparables. Solo un ejemplo de lo que han hecho países
vecinos a los que solemos mirar para la reconstrucción de sus países, que han
recurrido a profesionales y expertos en la materia, mientras aquí hemos vuelto
a colocar a los mismos políticos que son incapaces de actuar con sentido de
estado y cumplir con el mandato que les ha dado el pueblo, ya que ni siquiera
son capaces de razonar cuando sobre la mesa hay miles de muertos y un país
hundido económicamente. Por cierto, a los antieuropeístas no los hemos visto
quejarse de las posibles ayudas que vengan de nuestros socios europeos y que
pueden marcar la diferencia en la forma en la que saldremos de esta crisis; sin
embargo, si están atentos para quejarse de cualquier exigencia para acordar
criterios de políticas comunes. Alguien se ha hecho la pregunta sobre cómo
sería nuestro futuro inmediato si no formáramos parte de la Unión Europea.
En fin, estamos viviendo una experiencia y han sido unos
meses que nadie se podía imaginar que tendríamos que vivir. Solo queda desear
que se aprendan algunas lecciones y podamos avanzar en la reconstrucción de los
países, pues hasta ahora solo tocaba preocuparse de las personas, en poco
tiempo, cuando la crisis sanitaria vaya pasando y la crisis económica y social
muestren toda su crudeza y haya que tomar medidas dolorosas, entonces sabremos
la verdadera dimensión de lo sucedido.
Por último, decir que, si la educación no sirve para formar
personas, políticos, profesionales, ciudadanos, etc., que estén a la altura de
las circunstancias, que alguien me explique para qué sirve la escuela. Aunque
no parece fácil la respuesta, pues la misma escuela formó a los sanitarios, a
los propios docentes, a los agricultores, a los transportistas, a los
trabajadores de los servicios que se han esforzado porque no faltase nada de lo
necesario, etc., todos los cuales dieron lo mejor de sí en esta crisis de
dimensiones nunca conocidas y, por el contrario, la clase dirigente y política,
salvo algunas excepciones, se han puesto, y nos han puesto, en evidencia como
país y como sociedad. Por lo que me pregunto ¿cuál será la razón por la que
tenemos comportamientos tan diferentes unos y otros?
Maestro Pedro, cordial saludo.
ResponderEliminarNuestro problema con la actual emergencia es que se cambió por completo el modelo educativo, y el sistema virtual trajo problemas en el avance de los estudiantes, ya sea porque no están acostumbrados o por falta de acceso a la internet o a herramientas tecnológicas,como para abreviar, en medio de la incertidumbre que causa este gobierno en materia de salud y educación.
Salud-os
Muchas gracias amigo Guillermo por tu aportación. Sería muy interesante conocer y argumentar lo que ha pasado en los diferentes países y regiones en esta situación.El futuro nos dirá los verdaderos efectos. Mientras habrá que seguir aprendiendo a manejar esta situación.
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