(El cuadro es una foto tomada en una de las dependencias de la Secretaria de Educación Municipal de Buga, Colombia)
Cómo cada año por estas fechas, con la mochila llena de ilusiones y la mente puesta en la tarea de educar, el maestro se dirige a su escuela. Pero mientras recorre la distancia que separa su casa de la escuela, va pensando en las últimas noticias que ha escuchado sobre cómo las crisis siempre golpean a los más débiles. En general, la ilusión que llevamos cada año está muy relacionada con los cursos que llevamos trabajando, pues poco a poco las decepciones de reforma tras reforma y los problemas de cada nuevo año, van minando ese deseo y la esperanza de conseguir algo mejor en la nueva andadura.
Por otro lado el alumnado, que cargado de deseos de ver a sus amigos, compañeros y llenos de ilusión por estrenar libros, lapiceros, cartera, etc., o simplemente heredar los útiles de su hermano o hermana mayor, cada uno según sus posibilidades, se encamina hacia un nuevo curso esperando encontrar en la escuela y en el profesorado no recibir grandes saberes, sino sobre todo comprensión, amor, apoyo, ayuda y todo lo que suponga ser reconocidos como personas. Por ello las palabras de Albert Camus sobre su recuerdo de la escuela y su maestro parecen muy pertinentes en estos momentos:
"No, la escuela no sólo les ofrecía una evasión de la vida de familia. En la clase del señor Bernard, por lo menos, la escuela alimentaba en ellos un hambre más esencial todavía para el niño que para el hombre, que es el hambre de descubrir. En las otras clases les enseñaban sin duda muchas cosas, pero un poco como se ceba a un ganso, les presentaban un alimento ya preparado rogándoles que tuvieran a bien tragarlo. En la clase del señor Germain, sentían por primera vez que existían y eran objeto de la más alta consideración: se los juzgaba dignos de descubrir el mundo”.
Albert Camus. “El primer hombre”.
Por tanto, si somos capaces de hacer que nuestros alumnos sientan que existen y son juzgados dignos de aprender por sí mismo y de descubrir el mundo, entonces y sólo entonces, estaremos sentando las bases de lo que realmente debe lograr la escuela, es decir, conseguir que cada alumno alcance lo máximo de acuerdo a sus potencialidades.
Para finalizar, deseo hacer una reflexión para los padres de este mundo de prisas y urgencias que se llevan por delante lo importante: Si supierais padres de la transcendencia que tienen los minutos dedicados a los hijos y los buenos principios con los que se les educa, muchos de vosotros dejarías mil tareas de las que ahora hacéis y os volcaríais en cuerpo y alma a la educación de vuestros hijos.
Pues el gran problema que tenemos es que cuando los hijos son pequeños, todo parece normal al pensar que son niños y cuando los hijos crecen y los problemas también, normalmente lo descubrimos tarde para actuar pues los hijos no vuelven a tener la edad a la que podríamos haberles educado. Por todo ello la dedicación, el diálogo, la comprensión y los buenos principios éticos y morales son la base de una buena educación, tanto dentro de la familia como en la escuela. Así, seguro que nuestra sociedad sería más cívica si todos empezáramos por cambiarnos a nosotros para lograr un mundo más justo, más solidario y más pacífico.