sábado, 25 de agosto de 2018

"La noria de la vida y la vuelta al cole"



La noria gira y pasa en cada vuelta por el mismo sitio, aunque el agua que mueve nunca sea la misma, pues cambia en cada ocasión.
Los cursos escolares son como una noria, aunque como ella, en cada momento mueve personas, ilusiones, frustraciones, anhelos, alegrías, etc., diferentes.
La percepción de lo vivido cada año, por cada uno, evoluciona con el paso de los años. Pero siempre parece que tenemos prisa porque los cursos acaben, unas veces por desear aprobar y pasar al siguiente nivel, otros años para pasar a la universidad, en otras ocasiones por terminar el trabajo para que lleguen las vacaciones, etc.
Pero al fin y al cabo tenemos prisa y esas prisas también se llevan por delante la vida que, por las urgencias y necesidades del momento, nos impiden, en demasiadas ocasiones, ser conscientes de lo que vivimos.
Por otro lado, como es habitual, por estas fechas, surge una mezcla contradictoria de sentimientos. Por una parte, surge en nosotros la tristeza del final de las vacaciones de verano, por el otro nacen nuevas ilusiones ante la perspectiva del nuevo curso, la alegría del reencuentro con los viejos compañeros, o el descubrir quiénes serán los nuevos, la curiosidad por las nuevas materias a estudiar, o simplemente la ilusión de lo nuevo.
Pero y ¿para qué vamos a la escuela? ¿para qué estudiamos? Las respuestas parecen obvias, pero yo las vincularía con el ámbito menos académico, con el de la vida misma. Porque si no vamos a la escuela para aprender a ser mejores personas, a saber encontrar y dar sentido a nuestras vidas, si no aprendemos a convivir en paz y en armonía consigo mismo y con los demás, si no logramos adquirir valores universales de respeto a los derechos humanos y sostenibilidad social, política y económica, y lo que buscamos es aprender a satisfacer necesidades materiales, o simplemente a alcanzar intereses materiales y económicos o para ejercer el poder, entonces no hemos entendido nada y deberíamos preguntarnos ¿para qué sirve lo que estudiamos?
La condición humana no conoce fronteras, las personas nos comportamos de modo similar en cualquier lugar del planeta, la cultura modela esos comportamientos y por ello reaccionamos de modos muy diferentes ante, por ejemplo, fenómenos y catástrofes. Recuerdo el caso del tsunami que sucedió en Japón que produjo el desastre nuclear de Fukushima en el año 2011, fechas no lejanas se produjo otro desastre por lluvias ocurridas en EEUU, en el estado de Nueva Orleans. Las imágenes de ambos hechos reflejan de manera palpable la conducta humana mediada por la educación y la cultura. Los japoneses aparecían en las noticas guardando colas inmensas sin alterarse lo más mínimo, pacientes, esperando quizás conseguir una garrafa de agua de los estantes vacíos del supermercado. En Nueva Orleans, las imágenes eran bien distintas, se saquearon todo tipo de tiendas y supermercados, la ola de barbarie y descontrol terminó con lo poco que las lluvias no arrasaron.
La enseñanza que podemos sacar es bien sencilla pero fundamental para entender la vida y la noria en la que vivimos. A todas las personas y países les suceden cosas muy parecidas, como dice Borges “las cosas que le ocurren a un hombre les ocurren a todos”, y lo que realmente nos diferencia es la forma en cómo respondemos, cómo reaccionamos ante lo que nos pasa. Unos son absolutamente reactivos y toda su vida se desarrolla en función de lo que hagan los demás, otros, tratamos de ser proactivos, mientras buscamos ser nosotros mismos.
Por tanto, la noria escolar es como la noria de la vida, ya que todos pasamos por situaciones escolares o académicas similares, la diferencia está en cómo afrontamos esa situación.
Algo parecido se podría decir de los que ejercemos como docentes, todos tenemos las mismas obligaciones y responsabilidades, pero unos las afrontan de modo rutinario y reactivo de acuerdo a lo que consideran que debe hacerse, es decir actúan con sus estudiantes en función de cómo hacen con ellos, y otros, simplemente se dedican a ayudar a sus estudiantes, con independencia de sus condiciones laborares o de cómo les tratan a ellos, pues los estudiantes nunca deben ser las victimas de lo que nos  sucede a nosotros, en nuestras condiciones laborales o en nuestras circunstancias personales. Aunque, no es menos cierto, que la realidad se ve superada por esta división en la forma de actuar y suele moverse entre la una y la otra. Por lo que lo importante es tratar de superar las circunstancias y obstáculos y buscar el bien común.
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