lunes, 18 de abril de 2016

¿Qué hacer para mejorar una escuela?


Esta es una pregunta que seguramente todos nos hemos hecho o nos han hecho en más de una ocasión. Para responder de manera sencilla diremos que entre los requisitos que consideramos imprescindibles están los siguientes:

1º Para poder ayudar de manera efectiva a una escuela, necesitamos conocer su contexto, su cultura, la capacidad profesional de los docentes, la gestión del conocimiento que se hace, las condiciones individuales y colectivas para el trabajo, sus necesidades, sus fortalezas, sus debilidades, sus ideales de mejora, etc.

2º Para que la ayuda pueda ser efectiva lo esencial es crear las condiciones, las motivaciones, el deseo y la necesidad de mejorar para sentirnos y realizarnos mejor, personal y profesionalmente con nuestro trabajo.

3º Debemos establecer procedimientos y protocolos para acordar lo que estamos dispuestos y queremos mejorar, y, en consecuencia, decidir la forma y en lo que vamos a trabajar.

4º El norte que debe guiarnos siempre es doble, por un lado, responder a las necesidades del contexto, para respetar la cultura y profundizar en las identidades particulares, y, por otro, tener presente el cómo aprendemos los humanos, que la ciencia nos aporta en cada momento y que debe fundamentar nuestra práctica docente, que será el núcleo desde el que se inicie la mejora.

5º Concretadas las voluntades en relación con todo lo anterior, es cuando podemos establecer el camino a seguir, la organización del trabajo, el reparto de responsabilidades, establecer los tiempos y objetivos, con los correspondientes indicadores de logro a conseguir en cada momento, etc. Estableciendo un sistema de evaluación, autocontrol y seguimiento que nos permita saber, en cada momento, dónde nos encontramos y hacía donde vamos.

6º Será bueno recordar que la mejora de la escuela será proporcional al nivel de implicación, compromiso y la colaboración que se genere entre todos, incluidas las familias y la comunidad escolar en general. Es decir debemos convertir la escuela en una verdadera comunidad de aprendizaje, profesional y comunitaria. Si lo queremos decir de otro modo, una organización que aprende o una escuela inteligente, como prefieren llamarla otros.

7º Todo ello lo haremos a partir de nuestra reflexión crítica sobre la práctica, retroalimentada por el conocimiento que la ciencia nos aporta en cada momento, para que de acuerdo a nuestra cultura, nuestra idiosincrasia, nuestro contexto y nuestras condiciones particulares como organización podamos aplicarlas de forma tal que nos permitan seguir siendo, cada vez, más nosotros, reforzando nuestra identidad y solidaridad personal y social, pero mejorando la humanización de la vida de todos, para lograr una sociedad más pacífica, más justa y más sostenible.

8º La mejora de la escuela del futuro pasa no por la formación aislada de los docentes que nos ofrecen los expertos, ellos solo nos podrán iluminar el camino, sino que pasará por la capacidad profesional que tenga cada escuela de “flexibilidad, la adaptabilidad, la creatividad, el aprovechamiento de las oportunidades, la colaboración, el perfeccionamiento continuo, una orientación positiva hacia la resolución de problemas y el compromiso de maximizar su capacidad de aprender sobre su ambiente y sobre ella misma.” (Hargraeves, 2005).



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