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Desde hace muchos días, las horas pasan fugaces, sin tiempo
para el sosiego ni la reflexión. Pero hoy ha vuelto la calma y quisiera
compartir contigo algunas ideas sobre esta preciosa y valiosa profesión para la
sociedad, aunque para muchos, los docentes, pasemos inadvertidos.
Cuando se acerca, caminando lentamente, el final de mi
ejercicio profesional como docente, aunque sea voluntario, me encuentro ante
sentimientos y sensaciones antagónicas difíciles de expresar.
Por un lado, la seguridad, la experiencia, la conciencia de
saber cómo hacer bien el trabajo diario por encima de todo, te pediría y permitiría seguir
fácilmente. También te animaría a seguir el amor al ejercicio de esta profesión docente que te suplica un
tiempo mayor para ser feliz junto a ti. A cuya cuestión le respondes que sí,
que le concedes seguir viviendo ese amor, pero que pasado este corto espacio de
tiempo que falta, quiero seguir amando a la educación con dedicación plena y
fuera de las obligaciones de trabajar en este inerte sistema, que no sabe ni entiende de esfuerzos, pues sólo sabe de premiar
a los “listos”. En el futuro inmediato, quiero incluso amarla más, pero de
forma absolutamente personal, donde las obligaciones no condicionen mi
dedicación, ni los demás limiten o entorpezcan la voluntad de hacer el bien por
el bien.
Por otro lado, parece justo y necesario dejar que otros
tengan la ocasión de dar lo mejor de sí mismos, para que nosotros podamos
encontrar el merecido descanso.
En estos momentos, mi mayor deseo, viendo como funciona el
mundo, sería poder ayudar a los niños que no tienen voz, a los que más lo
necesitan, a los que no tienen cubiertas sus necesidades más básicas y
esenciales, a quienes el sistema social y la escuela excluyen, a los que no
saben siquiera lo que les conviene, a los que nunca nadie les miró a los ojos y
les dijo “Yo te quiero y te quiero ayudar”, pero sólo por ser persona, por
tanto quisiera darte un derecho que te corresponde por ser niño. Pues, ahora
mismo, pienso en la justicia social que no proporcionan los estados a sus
ciudadanos y me siento en la obligación de dar a la sociedad todo lo que sé y
lo que soy, pues ella me lo dio, aunque para ello tuviera que dedicar mucho tiempo de
mi vida.
Desde este espacio silencioso, quisiera deciros, que la
docencia es la más hermosa de las profesiones, que todo lo que hagamos por los
niños tendrá su efecto a lo largo de sus vidas, aunque a nosotros no nos toque
verlo. Pues nadie como los docentes tendrá sus manos tantas posibilidades de hacer el bien.
Que tengas un buen día y que en nombre de todos hagas una buena
obra con alguno de los menores que esté cerca de ti. Seguro que si todos lo
hacemos, los beneficiarios serán muchos.