Es esta una
cuestión que no está exenta de controversia por la forma en la que se
afronta en los estudios lo que realmente sucede. Pues no siempre parece que se
ha estudiado del modo más adecuado. Así, se publicó en España en el año 2006,
por Fernández Enguita un interesante documento “Vivir
de la alarma social”, en el cual sacaba a la luz y analizaba los
planteamientos y contenidos, entre otros, de los llamados informes Cisneros. En
concreto iniciaba aquel trabajo diciendo que:
«Primero fue
el queme (burnout), ahora son el acoso, el
matonismo (mobbing, bullying) y la violencia escolar en general y,
mañana, quién sabe. Siempre me ha costado trabajo tomarme en serio la
alarma social fabricada en torno a estas enfermedades imaginarias,
reales en un número no desdeñable de casos pero inverosímiles cuando se usan como
banderas corporativistas por quienes necesitan argumentos tremendistas en los
que envolver intereses y pretensiones difíciles de presentar o
simplemente impresentables. Pero es mi error: las creencias más disparatadas
pueden llegar a verse razonables cuando favorecen los intereses propios».
Pero más allá
de la búsqueda de la alarma social para lograr intereses particulares que
siempre contarán con todo nuestro desprecio para quienes buscan beneficios
egoístas con asuntos tan delicados como este, parece evidente que este es un
asunto que, a día de hoy, es, cuando menos, preocupante. Pues se trata de un
problema mundial, tal y como lo pone de manifiesto el Informe del
experto independiente para el estudio de la violencia contra los niños, de las
Naciones Unidas del año 2006.
En este
sentido, El Tiempo, 22 de mayo de 2013 (Colombia), decía que «Según el último
estudio en Derechos de la Niñez de la ONG Plan Internacional, América
Latina es la región del mundo con mayor promedio de casos de acoso escolar, una
práctica que hunde sus raíces en la violencia y la desigualdad, y dificulta el
aprendizaje de niños para superar la pobreza». Continúa esta información
diciendo que «En el caso colombiano, en el más reciente estudio de evaluación
sobre el Bullying, donde se tuvo en cuenta la respuesta de cerca de 55.000
estudiantes de 589 municipios del país en las Pruebas Saber de los grados
quinto y noveno, se encontró que el 30% de los estudiantes de 5° y el 15% de
9°, manifestaban haber sufrido algún tipo de agresión física o verbal por parte
de un compañero».
Por su parte,
la Asociación SOS Bullying de Colombia inicia
su información, en su página web, sobre este asunto, exponiendo una definición
descriptiva que parece muy pertinente recoger aquí y que dice: «Llámese bullying,
hostigamiento, matoneo o cualquier otro nombre según la región o país, los
efectos y consecuencias son las mismas. El bullying no tiene género, raza,
idioma o estatus; siempre ha existido, sólo que a partir de la década del
setenta del siglo pasado a consecuencias del suicidio de tres niños entre 10 y
13 años en Noruega, el gobierno prendió «las alarmas» y se comenzó a investigar
científicamente. El primer investigador de esta situación fue el Noruego Dan
Olweus, quien definió el bullying como: “La victimización o maltrato por abuso
entre iguales es una conducta de persecución física y/o psicológica que realiza
el alumno o alumna contra otro, al que elige como víctima de repetidos ataques.
Esta acción, negativa e intencionada, sitúa a la víctima en posiciones de las
que difícilmente puede salir por sus propios medios. La continuidad de estas
relaciones provoca en las víctimas efectos claramente negativos: descenso en su
autoestima, estado de ansiedad e incluso cuadros depresivos, lo que dificulta
su integración en el medio escolar y el desarrollo normal de los
aprendizajes”».
Por otro lado,
el 12 de noviembre de 2013, el periódico el Espectador (Colombia) publicaba otra
noticia titulada «Tres de cada cinco víctimas de bullying en Colombia
piensan en suicidio», e informaba de que «En una encuesta realizada
en las principales ciudades de Colombia, la fundación Friends United Foundation
y su departamento de Analistas en Violencia Juvenil y Delitos Contra Menores de
Edad, arrojaron reveladoras cifras que evidencian el aumento de casos de
matoneo y violencia escolar en los colegios de Colombia».
Entre los datos revelados se evidenció que una de las clases más
comunes de matoneo son a causa de la homofobia con un 30%, seguida de bullying
racial (25%), barrista -es decir el ataque a una persona hincha del equipo
contrario- (20%), rechazo o matoneo por alguna discapacidad con un 10% y el
matoneo por aspecto físico con un 10%. El bullying por alguna otra condición
diferente a las nombradas ocupó un 5% en la encuesta.
Así pues, parece claro que este fenómeno se extiende por todos
los países y que obedece a los mismos principios, patrones y conductas humanas,
sin diferenciar culturas ni países, aunque aspectos como la pobreza, la
violencia, el desempleo y la enorme brecha social que existe en países como
Colombia, son un caldo de cultivo propicio para que las cifras sean aún más
elevadas. Por no dar citas concretas y detalles de lo que ocurre con frecuencia
y que los medios de comunicación recogen a diario en sus informativos por estas
latitudes.
Ante esta
situación, Colombia aprobó la ley 1620 de 15
de marzo de 2013, por la cual se crea el sistema nacional de
convivencia escolar y formación para el ejercicio de los derechos humanos, la
educación para la sexualidad y la prevención y mitigación de la violencia
escolar. Y no es de extrañar esta medida si tenemos en cuenta, no solo el acoso
y el ciberacoso, sino también las altas tasas de embarazos en adolescentes de
menos de 20 años incluso, las cifras en menores de 15 años, son realmente
preocupantes y pueden tener, entre otras, influencia en la atención y educación
de los hijos con padres adolescentes. Por no citar el alto nivel de violencia
general y la falta de derechos humanos en la que viven los más pequeños,
consecuencia de múltiples factores, que son una escuela para el aprendizaje de
conductas violentas que arrastran mucho más de lo que lo hacen las mejores
palabras que sepamos decirles a los niños.
Por tanto parece que estamos ante una situación seria que debe
ser afrontada no solo por la escuela, sino también por todos los sectores de la
sociedad y por la familia. Pero quizás en el ámbito de América Latina,
especialmente en los países y sectores más desfavorecidos, la situación tiene
aún peores consecuencia por las razones ya expuestas.
En consecuencia, la cuestión que nos deberíamos plantear sería:
¿qué podemos hacer con este problema desde las instituciones educativas? La
respuesta como sabemos no es sencilla, aunque sí existen prácticas que ponen de
manifiesto buenos resultados. Y también sabemos que hay medidas que no
contribuyen precisamente a solucionar el problema, entre otras, podríamos citar
medidas como la creación de escuelas de grandes dimensiones, megaescuelas, con
un gran número de alumnos, con el fin de dotarlas de más servicios e
instalaciones, hecho que se da con frecuencia aquí en Colombia. Pues es bien
conocido que en una institución educativa con un gran número de alumnos resulta
difícil conocerse entre el alumnado y el profesorado, por lo que el anonimato
es mayor y un factor que da pie a pensar que es más fácil pasar inadvertido y,
en consecuencia, invita a actuar con más impunidad que en una institución
pequeña donde todos se conocen y el control resulta mucho más fácil.
Por todo ello,
podríamos concluir diciendo que debemos trabajar para lograr instituciones
educativas con una convivencia que vaya mucho más allá de tener en el papel un
buen plan de convivencia o que en el país exista una buena ley, aunque podrían
ser necesarias y ayudar, sin embargo creemos que no son suficiente. Lo
verdaderamente importante es que se trabaje en colaboración con las familias,
en una convivencia en positivo que garantice los derechos de todos y procure el
desarrollo de valores y de un ambiente de aprendizaje, de seguridad y de
confianza, que nos acoja a todos, esta será probablemente la mejor respuesta al
problema. Pero para conseguirlo será necesario crear los cauces de
participación y presencia, en las instituciones educativas, no solo de la
familia, sino también de otros actores sociales, creando sinergias y basando
nuestra intervención en el diálogo igualitario, para construir normas de
convivencia con la participación de la comunidad y que, por tanto, sean
conocidas y compartidas, no impuestas. En este sentido en Comunidades de
Aprendizaje se hace una propuesta realmente práctica basada en el Modelo dialógico
de prevención y resolución de conflictos.
Además,
tenemos medios y recursos abundantes para trabajar en esta realidad, entre
otras, podría resultar interesante y útil una lectura reflexiva del informe de
2014 de Save the Children sobre Acoso escolar y
ciberacoso: propuestas para la acción, que sugiere y aporta
elementos de alto interés teórico y práctico. También, entre otros muchos
medios, donde se puede encontrar material interesante y útil está la revista CONVIVES.
Acoso, bullying, matoneo… ¿Cómo lo combatimos? by Pedro Navareño Pinadero is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.
Creado a partir de la obra en http://reflexioneseducativa.blogspot.com.co/2015/06/acoso-bullying-matoneo-como-lo.html.