jueves, 30 de octubre de 2025

Invitación a un encuentro para soñar la escuela que necesitamos.


Soñar la escuela que necesitamos

Detrás de cada aula hay una historia de esperanza, esfuerzo y amor por enseñar.
Este libro es una invitación a mirar con calma el camino recorrido y a imaginar juntos la escuela que aún podemos construir.

Te invito a compartir un encuentro lleno de emoción, reflexión y diálogo educativo en torno a “De la escuela que venimos a la que soñamos. El crisol de las emociones de un aprendiz de maestro.”

Una oportunidad para reencontrarnos con lo esencial: educar desde el corazón y con sentido

En esta ocasión será un evento que celebramos en Cáceres, gracias a los responsables del Ateneo que nos acoge en su casa.

domingo, 26 de octubre de 2025

El sueño de aprender. Por Juan Ángel Canal. Socio de F.E.A.E. Castilla y León. Revista Dyle del FEAE.

Editorial Letra Minúscula, Barcelona, 2025; parte I, 241 pp., parte II, 453 pp. (I.S.B.N.: 978-84-1090-2025 y 978-84-1090-234-3, respectivamente.)

En su sentido primigenio, artes son, como las “technai” griegas, aquellas habilidades que alguien desarrolla para hacer algo -sea amasar y elaborar pan, moldear vasijas en un alfar, esculpir un dosel con columnas salomónicas para un retablo o, digamos, pintar un retrato personal-; se trata, en definitiva, de una forma de acción útil basada en cierto conocimiento, no meramente teórico, adquirido en contacto empírico con la materia que transforma. Soy de la opinión que la educación es una actividad humana que, como cabe decir igualmente de la medicina en cuanto tratamiento de la salud personal, cae en muy gran medida en el ámbito semántico de las artes, a pesar de la ya vieja pretensión de trazarle sendas científicas (que, más bien, parece que habría de encaminar a cierta investigación histórico-estadística acerca de los modos de enseñar). Arte y oficio, dicho sea sin complejos, es el del docente, maestro, profesor o como quiera denominarse, a saber: aquella persona que, como cualquiera que esculpe, sabe proyectar una forma -su idea, o sea, el conocimiento científico y cívico que debe inculcar- sobre la materia en que va a trabajar, distinguiendo el barro del granito, del alabastro o de la madera.

Viene esto a cuento del desasosiego que solemos experimentar cuando un artesano de la enseñanza llega a su jubilación y deja su taller y, con él, la sensación de quienes han recibido los frutos de su trabajo -lo mismo que ocurre con la retirada de su zapatero, su dentista, su modista o su desfacedor de entuertos domésticos…- de que se lleva consigo algo irrepetible, su experiencia, su savoir faire, que en el caso de la educación va necesariamente unida a una particular perspicacia, fruto de la sensibilidad y de la filantropía, para captar minuto a minuto el estado de la particular materia cincelable, sea alabastro o diamante, y así sacar el máximo partido de ella, es decir, su alumnado. Quien tiene el arte de educar nos parece, y probablemente así es, irreemplazable, por mucho que nos digamos la obviedad de que nadie es insustituible.

¿Hay algún remedio para ese vacío? Por motivos que nunca acabo de entender, en las artes docentes se elude la praxis de otras artes y oficios, o sea, la lenta y prolongada tutela del maestro de taller a su aprendiz, del artista al discípulo que con él paulatinamente se forma: en la enseñanza, ámbito en que proliferan inacabablemente las reuniones y sesiones de puesta en común, eso apenas existe, prefiriéndose al ejemplo vivo del magister en el aula y en su salsa pedagógica la proliferación de tratados, prontuarios y recetas de toda laya que no evitan al principiante el vértigo de actuar por vez primera y sin coraza.

Tal vez por todo lo dicho y porque la enseñanza es un oficio destinado a muchos en las aulas pero protagonizado de manera solitaria o individual por quien lo ejerce, esa transmisión de la experiencia o bien se va diluyendo, por cálido que sea éste, en el recuerdo de sus antiguos alumnos, o bien se intenta recuperar desde dos puntos de vista independientes: el de colegas que valoran su huella magistral -mediante los que se conocen como libri amicorum– o, más subjetivamente, el del propio cesante -en forma de memorias personales o autobiografías profesionales-.

Lo difícil, por más que se comprenda que no se tiren piedras contra ese tejado, es eludir, en una u otra alternativa, ora el tono lisonjero, ora el autocomplaciente. Y eso, sortear el temible y tedioso autobombo, es lo que creemos que se ha logrado en esta obra de Pedro Navareño, cuyo subtítulo, “crisol de las emociones de un aprendiz de maestro”, brinda dos apuntes, crisol y aprendiz, decisivos para entender su aportación, que me permitiré desgranar en orden inverso; vayamos a ellos.

El segundo debe, a mi juicio, interpretarse literalmente o, mejor dicho, sin presuponerle falsa modestia: todo maestro que se precie ha de ser, vocacional y realmente, es decir, no meramente de boquilla, alguien dispuesto y entregado a aprender en todo momento y sin nunca acabar de los factores de su arte, empezando por el alumnado y continuando por la valoración crítica de su propia práctica para, de ese modo, ser capaz de aquilatar cuanto contribuya a hacerle mejor de cara a ese horizonte de la siempre inalcanzable perfección pedagógica; en tal sentido, la historia profesional de Navareño es una constante conciencia de las propias carencias y la consiguiente búsqueda de cauces para mitigarlas o superarlas. La ironía de Sócrates, saber que no se sabe, primera condición para superar semejante inopia, es, como la docta ignorancia de Nicolás de Cusa, el requisito básico de todo docente, salvo del impostor que pretende revestir de omnisciencia su párvulo conocimiento de lo que sus discentes desconocen al principio pero muy pronto dominarán tanto o casi tan bien como él mismo.

El primer apunte es, digamos, más metafórico, pero no menos representativo del tono general del libro, que, según su autor, ha pretendido concentrar en un recipiente apropiado, a modo de crisol, todo el bagaje de esa trayectoria de aprendiz que prueba, yerra y reemprende el camino, siempre guiado por esa emoción, que los docentes suelen relatar y referir como incomparable y muy hermosa, de quien ve paulatinamente proyectada en el espíritu y el carácter de sus alumnos la forma que él ha pretendido infundir en ellos. Así pues, si quien no duda no puede aprender -ni, mucho menos, enseñar-, quien no vibra es casi imposible que pueda modelar la personalidad intelectual y moral de aquéllos que han sido puestos en sus manos de “pedagogo”, o sea, del que lleva de la mano a los niños… o alumnos en general. Porque enseñar no es meramente proceder a una transfusión de saberes, sino hacer avanzar en el saber y el sentir al discente por quien se esfuerza y dentro de lo posible logra ponerse en su lugar, o sea, por el docente.

Ya hemos dicho que, a pesar de ser rica y larga su trayectoria en distintos escalones y obligaciones del sistema educativo, el propósito de Navareño es contenido en el tono y el estilo memorialístico y, dentro de lo posible, rehúye una recapitulación de la propia trayectoria o el puro relato de sus andanzas como maestro, orientador, asesor, inspector o nuevamente profesor a pie de aula, guiándose más bien por el afán que late en el título de su obra: reconociendo que nuestro sistema de enseñanza es, y en puridad debe seguir siendo siempre, mejorable en numerosos aspectos, lo que ofrece, antes que recetas, son percepciones habidas en su propia experiencia a modo de señalamientos críticos (lo que equivale a decir, análisis y revisiones del mundo escolar de los que se desprendan miras constructivas para, incorporándolas a las de cada cual, afrontar la tarea de introducir cambios progresivos y, sobre todo, de progreso). Esto último, el potencial transformador y comprometido de la educación que cada enseñante ha de desarrollar, se destila de una de esas emociones del aprendiz de maestro, acaso la más determinante, cual es la sensibilidad hacia el “material humano escolar” y su situación desde el punto de vista de la equidad y la justicia, que son condiciones necesarias del educar y que deberían inspirar cualesquiera reflexiones y acciones sobre métodos, programas y valoraciones.

La idea de itinerario, sugerentemente expresada en el título, De la escuela que venimos a la escuela que soñamos, se proyecta sobre esta obra que, publicada en dos partes o tomos por la mejor manejabilidad de este formato, viene a ocuparse en la primera del antecedente del par, es decir, de la génesis de la escuela actual y del estado presente de la misma (el de dónde venimos), para volcarse en la segunda parte o tomo, mucho más extensa y profundamente elaborado, de la prospectiva de la institución escolar y su funcionamiento (el adónde: el horizonte que se sueña). Pero, independientemente de esa presentación impresa en doble volumen, este libro extenso y minucioso en su recorrido por los tópicos que va abordando, se articula en apenas tres capítulos obtenidos del metafórico crisol antedicho:

I. ¿De dónde venimos? El origen de la escuela que tenemos.

II. ¿Dónde estamos? La escuela que tenemos en el primer cuarto del siglo XXI.

III. ¿Hacia dónde vamos? La escuela que soñamos y necesitamos.

Haremos gracia aquí, como es natural, de describir, ni siquiera a modo de epítome, todos los hitos que van jalonando el itinerario de que hablábamos; nos limitaremos, pues, a consignar nominalmente tan sólo algunos de especial relevancia. En el capítulo I, recuperando el papel transformador de los movimientos pedagógicos que pusieron en cuestión las bases de la escuela tradicional, se examina la importancia que junto a ellos tuvieron cuantos pusieron la dignidad humana y los derechos básicos como mira primordial de la enseñanza.

Esa mirada, que podríamos denominar político-moral y que conecta con la invocación preferencial de la equidad y la justicia a que antes hacíamos mención, se posa igualmente en el capítulo II, que, sin eludir el vidrioso asunto del negocio que algunos persiguen hacer con la educación (y que tanto está condicionando y a menudo contaminando todos los escalones formativos, desde los párvulos de un año a los postgraduados universitarios), entra de lleno en los que seguramente sean tres pilares determinantes de la cuestión escolar: la evaluación educativa -de los alumnos, de los centros, del ejercicio docente y, finalmente, de los sistemas educativos mismos-, el papel del profesorado -desde la formación para acceder a su ejercicio, hasta su perfeccionamiento continuado a lo largo de la vida profesional en la práctica docente cotidiana-, y por último el decisivo asunto de la dirección escolar y las perspectivas y posibilidades de un verdadero liderazgo pedagógico.

Pero es en el capítulo III donde, recogiendo todo lo emanado del crisol de las emociones y vivencias como protagonista de cincuenta años de vida escolar, el autor se dispone a extraer conclusiones de esa experiencia vital y profesional y aborda de frente los puntos que considera claves para la construcción de la escuela soñada. Diez son esas claves que, dado lo elocuente de sus respectivos títulos para el lector de estas líneas, enumeraremos a continuación: 1) La escuela como espacio para el cuidado, el bienestar de las personas y la convivencia positiva; 2) Formación del profesional docente colaborativo para la creación de comunidades de aprendizaje; 3) La escuela como una organización que aprende y genera las respuestas desde su propio seno que necesita; 4) Liderazgo pedagógico distribuido y vertebrador de la comunidad educativa; 5) Un currículo basado en la irrenunciabilidad a la esperanza y el logro de un perfil de salida para la ciudadanía global crítica ante sus desafíos; 6) Evaluación formativa y auténtica como base del aprender a aprender; 7) Escuela abierta que integre las tecnologías (I.A.) al servicio del bien común; 8) Desarrollo de ciclos de aprendizaje experiencial para la innovación sostenible y la mejora continua de la escuela; 9) Supervisión escolar como asesoramiento y acompañamiento pedagógico a las instituciones educativas; y 10) Escuela para el bien común, los derechos humanos, la dignidad de la persona, la justicia social y el logro de la ciudadanía democrática.

Hemos insistido hasta aquí en que el principio conductor de este libro es la convicción de que la experiencia propia, debidamente depurada y desde luego clasificada sin la menor autocomplacencia, entraña un valor excepcional, el mismo que comenzábamos atribuyendo a la transmisión de las artes, entre las que contamos la de enseñar. Sin embargo, toda esa panoplia de sugerencias y propuestas, concebidas no sólo para la enseñanza española sino con pretensión internacional -particularmente en Suramérica, donde el autor viene manteniendo frecuentes contactos y asesoramientos con centros, equipos y administraciones regionales públicos y privados-, correría el riesgo de ser mero alarde autobiográfico si no contase, como sí ocurre en este caso, con el respaldo de una constante investigación al hilo de esa práctica propia, estudio de la literatura pedagógica, psicológica y organizacional que se aporta con un rico aparato de citas y fuentes en las que el potencial lector podrá profundizar.

He aquí, en fin, un libro que propone y permite soñar despierto en una educación diferente: lejos del espíritu onírico de quien despega los pies del suelo mientras fantasea ilusamente, Pedro Navareño pone ante nosotros una reflexión que no desdeña el valor de la utopía a partir de la realidad vivida y no de la irrealidad fingida.

Desde aquí quiero expresar mi más progundo agradecimiento a Juan Angel Canal, el escribir la reseña.

Libro disponible en: Amazon

sábado, 25 de octubre de 2025

(DES) CONECTA | Vídeo ganador de la 4ª edición de #EfectoMIL

Hoy quiero compartir algo muy especial que espero os guste tanto como a mí. Es una llamada de atención a encontrar sentido a la vida, de la que tanto me gusta hablar y que bien podría ser el gran objetivo de la escuela.
Si te gusta, puedes compartirlo con todas tus amistades, pero de manera especial con los más jóvenes.
Un abrazo fuerte para todos mis seres queridos que ya nos dejaron su vida, su amor y su entrega generosa. Porque la vida no es digital, es analógica, aunque lo digital se esté apropiando de nosotros.
Si has llegado leyendo hasta aquí, recibe un afectuoso saludo de mi parte
 

viernes, 24 de octubre de 2025

Un nuevo contrato social para un mundo globalizado.

 FEAE de GALICIA.

Una mirada crítica desde la práctica docente

En un mundo interconectado, pero profundamente desigual, la educación se encuentra en una encrucijada. Las crisis globales —climática, sanitaria, digital, democrática— interpelan nuestra tarea como docentes y nos exigen una revisión profunda de lo que enseñamos, cómo lo hacemos y para quién lo hacemos. En este contexto, la propuesta de la UNESCO de forjar “un nuevo contrato social para la educación” (UNESCO, 2021) se presenta como una oportunidad para reimaginar la educación como fuerza transformadora que repare injusticias y construya futuros pacíficos, justos y sostenibles.

Este nuevo contrato se basa en dos pilares fundamentales: garantizar el derecho a una educación de inclusión y calidad a lo largo de toda la vida y fortalecer la educación como un bien público y común. Se trata de un ideal potente, que convoca a docentes, estudiantes, familias y comunidades a una responsabilidad compartida. Sin embargo, desde una pedagogía crítica y sociocrítica, cabe preguntarse: ¿quién redacta ese contrato? ¿Incluye verdaderamente las voces de quienes habitamos cotidianamente las aulas?

Entre la esperanza y la vigilancia crítica

Como bien advierte Michael Apple, toda propuesta educativa, incluso las bienintencionadas, puede ser absorbida por la lógica neoliberal dominante. Esta lógica —que convierte la educación en mercancía y al alumno en capital humano— tiende a invisibilizar la diversidad cultural, la justicia social y la experiencia situada. ¿Puede hablarse de cooperación en un sistema educativo global marcado por la competencia y la estandarización? ¿Qué espacio queda para la solidaridad cuando todo se mide en pruebas de rendimiento?

Entre otros, Freire, Giroux y McLaren nos enseñan que la educación nunca es neutral: es siempre un acto político. La pedagogía crítica no se limita a metodologías innovadoras, sino que exige una lectura estructural de las desigualdades y una acción transformadora desde las aulas. Para Henry Giroux, el docente es un intelectual transformador, un sujeto político que lucha por una escuela como esfera pública democrática. Dewey, por su parte, resaltó que la escuela debe ser “laboratorio de democracia”: un espacio vivencial donde los alumnos participan y aprenden haciendo. McLaren incluso propone una pedagogía revolucionaria, donde la escuela es “escenario de colisión” con la cultura dominante, enfrentando directamente la lógica del capitalismo. Y como señalaba Adorno, sin conciencia crítica, la educación puede convertirse en instrumento de dominación ideológica.

Ya que como lo resumía y nos recordaba con claridad absoluta Manuel Bartolome Cossio “Dadme un buen maestro y el improvisará el local de la escuela si faltare, el inventará el material de enseñanza, que hará que la asistencia sea perfecta”.

Pedagogía para la emancipación: caminos desde el aula

¿Cómo transformar estas ideas en propuestas concretas y accesibles? He aquí algunas líneas de acción para un profesorado comprometido con la transformación:

Fomentar un diálogo crítico y horizontal (Habermas): propiciar que el aula sea espacio de palabra, escucha, argumentación y reflexión compartida.

Analizar críticamente los contenidos y materiales (Apple): ¿qué relatos se privilegian? ¿qué voces se omiten? ¿qué mundo estamos legitimando?

Conectar el currículo con la vida real (Dewey): vincular el aprendizaje a problemas comunitarios, experiencias personales y proyectos de impacto social.

Educar para la diversidad (Freire): romper con las lógicas homogeneizantes y valorar las múltiples identidades, saberes y culturas que atraviesan nuestras aulas.

Revisar las prácticas evaluativas: más allá del examen estandarizado, apostar por la autoevaluación, la coevaluación y la reflexión sobre el proceso de aprendizaje.

Construir redes docentes colaborativas: crear comunidades de práctica que aprendan juntas, dialoguen y produzcan saber pedagógico contextualizado.

Una tarea común, una esperanza compartida

La verdadera firma de este contrato no se estampa en despachos internacionales, sino en el día a día de nuestras aulas. Se construye en el vínculo con nuestros estudiantes, en el compromiso con la justicia social y en la reflexión colectiva con nuestros pares. Como afirma Freire, educar es un acto de esperanza. Y como recuerda Habermas, sólo a través del diálogo podemos construir una comunidad racional, crítica y solidaria.

Forjar un nuevo contrato social para la educación exige más que reformas: implica reivindicar la dignidad de nuestra profesión, la centralidad del saber pedagógico y el compromiso ético con un mundo más justo. No estamos solos. Somos muchos y muchas quienes, desde nuestras escuelas, creemos que otro futuro es posible… y educamos para alcanzarlo.

Referencias bibliográficas

Apple, M. (2021). Educación, política y poder. Morata.

Dewey, J. (1998). Democracia y educación. Ediciones Morata.

Freire, P. (1997). Pedagogía de la autonomía. Siglo XXI.

Giroux, H. (1997). Los profesores como intelectuales. Paidós.

Habermas, J. (1994). Teoría de la acción comunicativa. Cátedra.

McLaren, P. (2005). La vida en las escuelas: una introducción a la pedagogía crítica en los fundamentos de la educación. Siglo XXi.

UNESCO (2021). Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación.



miércoles, 22 de octubre de 2025

“De la escuela que venimos a la que soñamos. El crisol de las emociones de un aprendiz de maestro.” Resumen


Clave 3: La escuela como una organización que aprende y genera las respuestas que necesita desde dentro.

Clave 4: Liderazgo pedagógico distribuido y vertebrador de la comunidad educativa.

Clave 5: Un currículum basado en la irrenunciabilidad a la esperanza y el logro de un perfil de salida para la ciudadanía global crítica, que prepara para afrontar los desafíos locales y globales.

Clave 6: Evaluación formativa y auténtica como base del aprender a aprender.
Clave 7: Escuela abierta a redes y con integración de las tecnologías (IA) al servicio del bien común.
Clave 8: Desarrollo de ciclos de aprendizaje experiencial para la innovación sostenible y mejora continua de la escuela.
Clave 9: Supervisión escolar como asesoramiento y acompañamiento pedagógico a las instituciones educativas.
Clave 10: Escuela para el bien común, los derechos humanos, la dignidad de la persona, la justicia social y el logro de la ciudadanía democrática
II.1. En el bien común.
II.2. En los derechos humanos y del niño.
II.3. En la justicia social.
II.4. En el respeto a la dignidad de la persona
II.5. En la convivencia ciudadana y democrática.

martes, 21 de octubre de 2025

“Soñar la escuela que necesitamos” Conferencia Global sobre Aprendizaje para un Mundo Abierto (GLOW 2025 – Global Learning for an Open World Conference).

Una noticia que me llena de alegría

Queridas amigas y amigos,

Hoy quiero compartir con todos vosotros una gran noticia. Mi ponencia “Soñar la escuela que necesitamos” ha sido seleccionada para presentarse en la Conferencia Global sobre Aprendizaje para un Mundo Abierto (GLOW 2025 – Global Learning for an Open World Conference).

📅 Cuándo: jueves, 20 de noviembre de 2025

🕘 Hora: 21:00 – 21:50 (Hora de Europa Central - Madrid)

🔗 Más información aquí

Este encuentro internacional reúne a educadores, investigadores, responsables de políticas y estudiantes de todo el mundo para reflexionar sobre las competencias globales, la comunicación intercultural y las metodologías innovadoras que necesitamos para construir una educación más humana, inclusiva y transformadora.

Sigo convencido de que educar es cuidar la vida: la de cada niña y cada niño que pasa por nuestras escuelas, ayudándoles a imaginar y construir un proyecto de vida digno de ser vivido.

Esa es, y seguirá siendo, la razón de mi trabajo y de este camino compartido de voluntariado, aprendizaje y esperanza.

Gracias, de corazón, a quienes me acompañan, me animan y creen —como yo— que otra escuela no solo es posible, sino necesaria. 💫

Pedro Navareño Pinadero

Autor de De la escuela que venimos a la que soñamos. El crisol de las emociones de un aprendiz de maestro.





lunes, 29 de septiembre de 2025

Clave 10: Escuela para el bien común, los derechos humanos, la dignidad de la persona, la justicia social y el logro de la ciudadanía democrática.


Clave 10: La Escuela al Servicio del Bien Común.

La educación nunca ha sido un proceso neutral. En su esencia, la escuela es un espacio de profunda responsabilidad social. La Clave 10 nos recuerda que la verdadera finalidad de la educación es formar seres humanos capaces de vivir, convivir y construir un mundo más justo. La necesidad de una escuela comprometida con el bien común, los derechos humanos, la dignidad de la persona, la justicia social y la ciudadanía democrática es más urgente que nunca. Vivimos en un tiempo de profundas desigualdades y desafíos globales, y la escuela debe dejar de ser solo un lugar de transferencia de conocimientos para convertirse en una forja de conciencia y acción. Esta clave nos propone un modelo educativo que va más allá de los libros de texto y se adentra en la formación de ciudadanos críticos, empáticos y comprometidos.

Una Escuela para Educar en Principios Humanos
El libro nos invita a reflexionar sobre cómo cada rincón de la escuela puede ser un aula para la vida.
En el bien común: Educar en el bien general es enseñar que la felicidad individual está intrínsecamente ligada al bienestar colectivo. Es promover proyectos que beneficien a la comunidad, y fomentar el trabajo en equipo por encima de la competencia.
En los derechos humanos y del niño: La escuela debe ser un santuario donde la dignidad y los derechos de cada niño son innegociables. Es un espacio para aprender sobre la historia de los derechos humanos y, sobre todo, para practicarlos a diario, asegurando que cada voz sea escuchada y valorada.
En la justicia social: Educar en la justicia social es despertar la conciencia sobre las desigualdades y proporcionar las herramientas para cuestionarlas y transformarlas. Es empoderar a los estudiantes para que no solo reconozcan los problemas, sino que se sientan capaces de ser agentes de cambio.
En el respeto a la dignidad de la persona: El respeto es la base de la convivencia. En esta escuela, cada persona, sin importar su origen, género o habilidad, es vista y tratada con total dignidad. Es un principio que permea el currículo, las interacciones y la cultura escolar.
En la convivencia ciudadana y democrática: La escuela es el primer espacio democrático para muchos niños. Aquí aprenden a debatir, a escuchar, a respetar las diferencias y a participar en la toma de decisiones. Es el lugar donde se ensayan los valores y habilidades esenciales para la vida en sociedad.

Una Propuesta Práctica para la Transformación

Para que esta visión no se quede en la teoría, el libro ofrece una propuesta de aplicación práctica, clara y detallada. Este plan de acción te guiará paso a paso para transformar tu escuela en un ecosistema de aprendizaje y ciudadanía. Desde pequeños cambios en las rutinas diarias hasta grandes proyectos institucionales, el libro te mostrará cómo cada decisión pedagógica y administrativa puede estar al servicio de la formación de ciudadanos comprometidos con el bien común. El anexo que acompaña a esta clave es un verdadero tesoro, un plan completo que te permitirá llevar la teoría a la práctica de una manera organizada y sostenible.

Link universal: "De la escuela que venimos a la que soñamos. El crisol de las emociones de un aprendiz de maestro."